El jueves 23 de agosto falleció Juan Carlos Coral a los 84 años. Tras un ACV, su deterioro físico lo llevó a la muerte; convivía desde hacía medio siglo con una diabetes que rara vez mencionaba. Coral fue un “hombre público” hasta sus últimos días: evitó publicitar su dura internación en terapia intensiva. Su imagen como orador de tribuna, como conversador incansable, como conferencista agudo y hábil y temible polemista y como conquistador de audiencias le impedía poner en evidencia flaquezas que siempre presentaría como momentáneas aunque tuviera conciencia que no lo fueran. Un socialista científico es difícil que se engañe cuando se acercan horas extremas. Y él cultivaba esa formación marxista que nutrió sus años juveniles.
Su formación marxista y el viejo Partido Socialista
Coral conoció al viejo partido socialista en su Quequén natal –en rigor, en la vecina Necochea—allá por el año 1953 o 1954. Simpatizó con algunos aspectos de lo que él llamaba ideario –lo que reconocemos como principios– pero le molestaba el gorilismo casi infantil. También se sentía incómodo con la edad de los miembros del PS: era un partido sin jóvenes.
Le atraía la vida de campo y conoció y compartió oficio y churrasqueadas con pialadores, aparceros y alambradores de la estancias del sur bonaerense. Y también “sintió” su vida de explotados, de trabajadores que a los cincuenta años eran descartados y arrojados a la marginalidad cuando no, directamente, encerrados en asilos.
Trasladado a Buenos Aires comenzó estudios de abogacía pero la carrera se interrumpió por la militancia. Hacia 1957, con 23 años, se integró a la Juventud Socialista y muy pronto comenzó a destacarse como un orador distinto, que llegaba a concitar mucho más interés que los demás de cualquier tribuna socialista. Alfredo Palacios, el viejo espadachín del PS, le puso los ojos encima y lo “adoptó”: por varios años serían inseparables. Hasta en el aspecto –sus amplios bigotes, el uso de chalinas de alpaca—había similitudes… Así Coral pasó de ser el secretario de Palacios en las campañas electorales de 1958 y 1961 –ambos se identificaron con la Revolución Cubana y Palacios fue el primer argentino en visitar la isla– hasta que en 1963 gana las internas partidarias y encabeza la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires. En su gestión –hasta que el golpe del 66 cierra el ciclo– se destacó por sus estudios sobre la reforma agraria, y su acompañamiento de las luchas obreras, de los habitantes de las “villas miseria” y, también, por el lugar que le dio a los pueblos originarios de “Indoamérica”, para decirlo en sus términos.
Con la revolución cubana, hacia el PST
El impacto de la revolución cubana modificó el panorama político de América Latina. Palacios muere y, tras el golpe de estado de Onganía, Coral reorganiza al PS. Bajo la consigna de “Frente obrero”, a fines del año 67 realiza un congreso en la clandestinidad, en Córdoba, y edita el periódico Los de abajo, de aparición irregular. En ese mismo año es uno de los cuatro argentinos que participa del congreso de la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad), mantiene un encuentro con Fidel Castro y, en el viaje de regreso, es invitado por Perón a su casa en Madrid con quien sostiene una larga entrevista.
Entretanto, las búsquedas de Nahuel Moreno por confluir con otras organizaciones objetivamente revolucionarias, lo habían llevado, en 1965 a la formación del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) junto a los hermanos Santucho del FRIP tucumano. La experiencia del PRT fue de corta vida y las nítidas posiciones proguerrilleras del grupo de Santucho dividieron al partido en dos y el morenismo pasó a ser conocido como el PRT-La Verdad. Durante un par de años hubo episódicos encuentros con Coral –que mantenía abierto un buffet de abogados laboralistas—hasta que, con la caracterización de que el proceso abierto con el Cordobazo desembocaría en elecciones se iniciaron relaciones políticas formales entre el grupo de Coral, de una estructura nacional pero muy laxa y poco militante y el PRT-LV de educación trotskista ortodoxa.
Hacia principios de 1972 se acordó la fusión de ambas organizaciones y nació así el PSA (secretaría Coral) que comenzó a editar Avanzada Socialista que realizó su primer congreso a mitad año, reunió los requisitos para obtener la legalidad y, a fin de año, cambió su nombre por el de Partido Socialista de los Trabajadores. Aunque podía parecer que la homogeneidad política era total, algunos matices de independencia del grupo “socialista” –y en especial del propio Coral—habilitarían a inscribir al PST como una experiencia muy avanzada que, de frente único revolucionario programático y organizativo, plasmó en los pocos meses de aquellas campañas electorales en un embrión de partido revolucionario.
Un referente indiscutido
Juan Carlos Coral fue el candidato presidencial del PST-Frente de los Trabajadores en las dos elecciones realizadas en 1973, en marzo junto a Nora Ciapponi, la única mujer candidata en esas elecciones y, en septiembre, junto al dirigente clasista del Sitrac cordobés, José Francisco Páez. Su figura fue una referencia ineludible en la política nacional durante todo el período 1973-1976 en los que gobernó el peronismo con cinco presidentes, tres electos y dos interinos (Cámpora, Perón e Isabel Perón los primeros y Lastiri y Luder). En un escenario de crisis recurrentes, expectativas de las masas en Perón y el peronismo, y sostenidas luchas obreras –como en Villa Constitución y contra el Rodrigazo, en 1974 y 1975–, Coral fue la expresión de la política obrera revolucionaria del PST caracterizada por la independencia de clase y el llamado y apoyo a la movilización de la clase enfrentando políticamente al peronismo, el frentepopulismo y a la guerrilla que no hizo sino profundizar su confianza en el militarismo y la lucha armada. Junto con Tosco (y, en menor medida el gráfico Ongaro, el mecánico cordobés Salamanca y el metalúrgico Piccinini en el campo gremial) y los líderes guerrilleros Firmenich y Santucho (de Montoneros y el PRT-ERP, respectivamente) Coral se convirtió en un referente indiscutido de la izquierda argentina.
La ola de asesinatos, bombazos a locales políticos, persecuciones y encarcelamientos desatada en 1974 y profundizada después, por las fascistas Tres A y la burocracia sindical, tuvieron al PST como uno de sus blancos predilectos. Coral fue amenazado de muerte varias veces y debió combinar con sumo cuidado su vida pública –era la voz de un partido legal, visitaba la TV, hablaba en actos callejeros, apoyaba huelgas y marchas– con la clandestinidad más cuidada y el partido resguardó en especial su preservación personal. En esas condiciones, invitado por el Socialist Workers Party (SWP) hizo una exitosa gira por los Estados Unidos denunciando la complicidad del gobierno peronista con la represión, actos en los que fue perseguido por los gusanos anticastristas que boicotearon todas sus conferencias. Tras el golpe de marzo de 1976 se exilió en Venezuela y tras su regreso a la Argentina en la década del 90, no retomó una actividad militante. Expresó por un tiempo simpatías con el kirchnerismo –aunque siempre muy crítico del chavismo– hasta recalar en un abierto apoyo al Frente de Izquierda y los Trabajadores participando en el acto que realizó el FIT en Atlanta a fines de 2016.
Juan Carlos Coral debe ser recordado como un socialdemócrata de izquierda que, durante los años germinales del “glorioso PST” actuó con suma lealtad, valentía y coherencia y hasta incorporó en su discurso y fue el principal vocero de una batería de concepciones programáticas trotskistas como la independencia obrera, el internacionalismo y la necesidad del partido revolucionario. Aunque se afincaba en ideas y estudios propios y recordaba con cariño y emoción su gestión como parlamentario (y al mismo Alfredo Palacios en ese marco), fue contundente en criticar al reformismo bernsteniano o kautskista y a las posiciones “de derecha” de su viejo Partido Socialista. Coral nunca se hizo “trosco” o leninista pero –me consta—siempre sostuvo que el PST fue la experiencia más acabada de la construcción de una organización como la que él consideraba necesaria para la lucha de clases. Un símbolo inequívoco de esa amplia y múltiple “pertenencia” de Coral es que en su acto de despedida hubo presencias de sectores del socialismo tradicional, de sectores afines al kirchnerismo y, desde luego, de diversos grupos trotskistas, tanto morenistas como corrientes que se han alejado por completo del legado de Moreno. Una curiosa perla lo expresó con nitidez: al entonarse la internacional, se cantaron, al unísono… tres letras distintas, que son diversas versiones de cada tradición política.
Lo vamos a recordar…
En conclusión, y más allá de toda crítica que podamos formular a momentos de su trayectoria, para quienes nos reivindicamos morenistas, Juan Carlos Coral debe considerarse con orgullo parte fundamental de nuestra tradición como lo son también otros casos “heterodoxos” de destacados políticos e intelectuales como Liborio Justo, el “Vasco” Bengochea, Milcíades Peña, Luis Franco o Eduardo “Tato” Pavlovsky, compañeros con los que hubo matices y diferencias pero confluimos en algún período –en algunos casos, muchos y trascendentales años—en la tarea de construcción del partido revolucionario. Al fin, esas uniones y desuniones son parte fundamental del acervo teórico y programático de la tradición bolchevique.