No hay dudas de que la pandemia por el COVID-19 ha dejado al descubierto lo precario del Sistema de Salud Público de nuestra provincia. Está claro que la responsabilidad del Gobierno se ha profundizado, y no solo porque su política económica está claramente orientada a satisfacer las ganancias de las empresas que operan en Vaca Muerta, Loma Campana, etc., sino también porque se ha convertido en un gran aparato administrativo-burocrático y clientelar.
En más de 50 años de gobierno del Movimiento Popular Neuquino (MPN), podemos decir que Neuquén es un feudo disfrazado de “democrático” que permite la hegemonización del poder político y financiero.
Tomando esto como parámetro, se puede afirmar que los servicios esenciales no llegan a los sectores populares. En ese sentido, la falta de vivienda, cloacas, agua potable, salud, etc., es una grieta cada vez más grande. La pobreza y el hambre son parte de un contexto cada vez más complejo, producto de los intereses empresariales y los privilegios de un sector social como los del Cerro Chapelco.
Las diferencias sociales entre ese lugar y los barrios neuquinos hacen pensar que estamos en una dimensión paralela. Tomando la fiesta que armaron en el Cerro Chapelco podemos sintetizar no solo el desprecio por la condición humana (pacientes, víctimas y médicos), sino también por el equipo sanitario que muestra señales de colapso por falta de recurso humano, material, condiciones salariales, y donde la ocupación de camas de terapia ya es del 87%.
En este marco, hace unos días un nene de 13 años fue atropellado por un camión de Cliba (recolectores) en el basural, donde buscaba comida. Todos miraron para un costado, haciendo de cuenta que esto no es más que un caso aislado, como si eso justificara esta aberración. La realidad es que son más de 30 familias las que van a ese basural con o sin asistencia social.
En la provincia del Shale (petróleo y gas no convencionales), donde sus gobernantes se golpean el pecho diciendo que es la mejor provincia, la pobreza crece a pasos agigantados, la asistencia social es un mercado para el puntero de turno, la riqueza se concentra en algunos y la precarización es cada vez mayor.
En medio de toda esta situación, el Sindicato de Enfermeros de Neuquén (SEN) ha denunciado que se está entrando en una de las fases más complicadas, ya que son 96 los contagios de trabajadores de salud, y a nivel provincial no hay más enfermeros con y sin experiencia en cuidados críticos.
Desde la Junta Interna del Hospital Castro Rendón (el de mayor complejidad) se advirtió, no solo sobre contagios, sino también del colapso y la falta de recursos humanos para afrontar esta situación. Es por este motivo que no solo advierten la necesidad de reforzar el sistema público, sino que apuntan contra los que se han tomado con liviandad esto y la clara responsabilidad del Gobierno, no solo en las medidas que se tomaron en lo económico, sino en la falta de infraestructura sanitaria.
Podemos decir que el COVID-19 ha desnudado la desidia, el hambre y los privilegios. Que vivimos en una provincia donde el poder político sigue pensando solo en la ganancia capitalista de las empresas multinacionales que operan en los yacimientos, subsidiando su producción y el barril criollo, y que son el mayor enemigo de lxs trabajadorxs. Además, son quienes condenan a miles de neuquinos a la marginalidad, la falta de oportunidades y la imposibilidad de cumplir con LA CUARENTENA.