Como dicen los grandes relatores, el fútbol es pasión de multitudes. Sin duda, la fi nal entre Argentina y Chile nos mantuvo atrapados al frente de los televisores en ambos lados de la Cordillera durante el partido. Con los compañeros de trabajo, con la familia, con los amigos, en la casa o en un bar, todo se detuvo al menos por un par de horas. Como en toda competencia deportiva, todos queremos ganar y eso genera rivalidades. Y apoyando nuestros colores, en toda Latinoamérica, nos sentimos orgullosos de dar rienda suelta a nuestra creatividad futbolera.Sin embargo, en esta copa también han afl orado las peores expresiones de xenofobia disfrazadas de “pasión futbolera”. Se desparramaron por las redes, las calles y los estadios una serie de cantos ofensivos y discriminatorios que sólo contribuyen a dividirnos entre los trabajadores y los pueblos de ambos países. Esta ideología es impulsada desde los que ostentan el poder para dividirnos entre los que más allá de la camiseta que tengamos, enfrentamos los mismos problemas y a los mismos enemigos. ¿O acaso los heroicos estudiantes chilenos no enfrentan las mismas políticas imperialistas de los que privatizan y colonizan nuestro conocimiento? Las tomas de los secundarios de nuestra Capital Federal enfrentan la NESC, la legislación que aplica los lineamientos políticos del mismo Banco Mundial que en Chile y en América Latina todos los gobiernos defi enden. Los maestros y profesores que en ambos lados de la cordillera están en lucha por la educación tienen mucho más puntos en común que razones para construir una “frontera” entre sí. No hay que dejarse confundir. La propaganda del sistema usa nuestra pasión para construir una falsa barrera entre “la roja” y la “celeste y blanca”. Confundir el vergonzoso apoyo a los ingleses del dictador genocida Pinochet durante la guerra de Malvinas con el pensamiento de todo el pueblo chileno es tan equivocado como pensar que el pueblo argentino es cómplice o responsable de las atrocidades de Videla. No olvidemos que este partido se jugó en el Estadio Nacional de Chile, el mismo que funcionó como un campo de concentración que tuvo a 20.000 personas privadas de su libertad. Nuestros 30.000 desaparecidos sangran por la misma herida.Por eso, el sábado alentamos a nuestros equipos. Algunos festejaron y otros no. Así es el fútbol. Pero no permitamos que embarren nuestra pasión. Desterremos esta ideología de nuestras vidas. Unámonos en un abrazo fraterno que fusione “los colores” y una las luchas de nuestros pueblos en toda América Latina. La clase obrera debe ser una y sin fronteras para enfrentar a los que vienen a traer más ajuste, entrega y represión. Así como ayer fue contra Pinochet y Videla, hoy es contra Cristina y Bachellet. Organicémonos para que éste sea el “canto” que atraviese nuestros corazones en la próxima Copa