A lo largo y ancho del mundo los pueblos se levantan contra los planes de ajuste que buscan imponer los gobiernos para salvar a los empresarios de la crisis económica. A la cabeza de esta resistencia, nos encontramos los más jóvenes, que, como hemos repetido en varias ediciones de éste periódico, estamos entre los principales perjudicados por estos ataques.
Este año no fue la excepción a esto. Vimos como Francia se sacudía contra la reforma laboral, vimos como los estudiantes en Brasil ocupaban escuelas a lo largo y ancho del país para defender su derecho a la educación, vimos como América Latina y el mundo se alzaban para ponerle a las muertes a causa de la violencia machista, vimos a jóvenes turcos totalmente desarmados plantarse frente a los tanques para enfrentar el intento de golpe de estado.
A su vez, en la Argentina, el primer año de gobierno de Macri no pasó sin enfrentamientos con los trabajadores y estudiantes. Miles de jóvenes trabajadores participaron en las columnas de los sindicatos en la movilización del 29 de abril, y muchos volvieron a hacerlo en la Marcha Federal, aún con la traición de la dirección de la CGT. A su vez, a principio de año los estudiantes se levantaron contra el tarifazo en el transporte y el recorte en el presupuesto universitario, llegando a llenar las calles de la Capital Federal el 12 de mayo, con delegaciones provenientes de todo el país.
Queda claro que, así como en el resto del mundo, frente al plan de ajuste del macrismo y sus aliados, las nuevas generaciones encabezamos y seguimos encabezando la resistencia.
Nada para ofrecernos
Así como nos dejó todos esos ejemplos de lucha, este año también nos dejó ejemplos de la brutalidad que este sistema nos hace sufrir. El femicidio de Lucía, que tan sólo tenía 16 años, junto a la innumerable cantidad de mujeres en todo el mundo que son asesinadas por la violencia machista, o secuestradas por las redes de trata. El hambre y la desnutrición que se cobran la vida de un niño cada 90 segundos en América Latina y el Caribe. Los bombardeos en la ciudad de Alepo, Siria, y la crisis de los refugiados. El recrudecimiento de la violencia policial en EEUU, que se cobró casi 600 vidas este año. El atentado en Orlando a un boliche LGBT. Y eso sumado a la inflación, los despidos y la precarización a la que nos someten los gobiernos. Sin ir muy lejos, la semana pasada, Matías Kruger, trabajador del subte de 24 años, perdió la vida por desidia de la patronal (ver página 8).
Este mundo, así como está, claramente no tiene nada más que ofrecernos. El sueño de terminar una carrera, conseguir un laburo estable o irse a vivir solo, pareciera cada vez más lejano. Es que la lógica de preservar a cualquier costo los privilegios de los ricos y los poderosos, nos está quitando a los hijos más pobres, a los jóvenes trabajadores, tanto el presente como el futuro. Y así con nuestra miseria, también se garantizan unos pesos más con negocios como el narcotráfico o el delito organizado.
Pero hay una salida…
Dicho todo esto, es normal que a uno lo invadan la incertidumbre, el desanimo y la desconfianza. Pero cómo decíamos al principio de esta nota, hay una resistencia, de norte a sur, de este a oeste, y se está haciendo sentir. La sociedad en la que vivimos, el capitalismo, intenta someternos para garantizar su supervivencia, pero a este paso, eso solamente nos puede llevar al salvajismo, al mejor estilo Mad Max.
No alcanza con promesas de un futuro que mejorará sólo, o de un salvador que vendrá para solucionar todo. Este es un problema que debemos tomar en nuestras manos. Ya lo ha hecho la juventud obrera y estudiantil en el Cordobazo, o lo hizo hace 15 años, la generación del “Argentinazo” del 2001.
Nos pueden decir que ha pasado mucho tiempo desde ambos hechos, y que las cosas no han mejorado, o han mejorado temporalmente para volver a empeorar luego. Y claro, estos hechos heroicos han logrado frenar planes de ajuste, conseguir mejores condiciones de vida e incluso hasta tirar abajo gobiernos, pero no lograron acabar con la lógica del lucro empresarial que rige en todo el mundo. Ahora, a nuestra generación le toca completar la tarea que ellos comenzaron
…¡Construir un mundo nuevo!
Mientras el mundo lo manejen quienes sacan provecho de nuestra miseria, las cosas no cambiarán para nosotros. El capitalismo, como dijimos, ya no tiene nada que ofrecernos. Para conquistar el presente, y también el futuro, necesitamos acabar con él, y construir una sociedad nueva. Una sociedad donde quienes sean dueños de la riqueza, del conocimiento, de nuestro propio destino, seamos los jóvenes y trabajadores. Un rejuvenecimiento del mundo, ¿quién mejor para llevar a cabo esta tarea que nosotros?
Un mundo socialista, que sólo puede ser conquistado peleando en las calles, con los trabajadores a la cabeza porque sabemos que quienes dominan el mundo no van a rendirse fácilmente. Es al servicio de esta gesta que construimos el PSTU y la LIT.
Algunos podrán decirnos, ahora, que eso ya se ha intentado, que lo nuestro son ilusiones por fuera de la realidad. Nosotros les contestamos: ¡Ilusiones se hace el que crea que podemos seguir viviendo así! ¡Irreal es pensar que las cosas pueden mejorar sin cambiar de fondo al mundo!