Conflicto del SUTNA, a pesar de la ofensiva patronal y del Gobierno
Después de 5 meses de lucha, los obreros de Fate, Brigdstone-Firestone y Pirelli resistieron los ataques patronales, y lograron un aumento superior al que las empresas proponían, además de un mecanismo de ajuste automático de los salarios de acuerdo a la inflación en los últimos meses del acuerdo (abril y junio del 2023).
En concreto, las empresas aumentarán 16% la paritaria 2021/22 (al 66%), un 63% para el período 2022/23 (contra 38% que ofrecieron durante los 5 meses), dos sumas fijas de $100.000 en setiembre y $34.860 en diciembre, y un acta que los obliga a ajustar el salario en la medida en que la inflación supere ese 63% en el lapso correspondiente.
Durante la pelea, se hicieron más de 20 paros, piquetes y bloqueos (junto a organizaciones de desocupados, delegaciones obreras solidarias y partidos de izquierda) y varias movilizaciones. Y llegaron no solo a afectar la producción de cubiertas, sino poner en jaque toda la industria automotriz, al punto que se paralizó Toyota, y otras plantas iban en el mismo camino. Así se demostró la importancia real que tiene la paralización de la producción en las fábricas.
El reclamo salarial obrero era superior a lo logrado, y la reivindicación de pago al 200% de las horas extras en fin de semana no fue otorgada, como tampoco los días caídos descontados por los paros anteriores a la huelga.
Desde este punto de vista, meramente económico, alguien podría decir que la lucha no se justificó. Por ejemplo, el gremio bancario (y otros) lograron un aumento similar, sin lucha, sin riesgo, solo negociando. La burocracia cegetista a coro con las patronales ya están haciendo este balance del conflicto, para desacreditar la lucha y desmoralizar al activismo obrero que, en todas las fábricas y lugares de trabajo, la acompañó con simpatía.
Los patrones y dirigentes traidores hacen una interpretación interesada. Sin embargo, la magnitud que tuvo el conflicto le otorga una importancia superior, porque no pudieron derrotarlo, aunque todo el Estado apoyó a las patronales. Eso es lo fundamental a tener en cuenta. Otra cuestión central es que se podría haber abierto una nueva situación en el movimiento obrero si la dirección del SUTNA hubiese profundizado la lucha.
Guerra de clases
Desde el inicio la decisión empresaria fue no conceder nada. Propusieron aumentos muy por debajo de todas las patronales del país (muchas más débiles que las tres fábricas de cubiertas). Su objetivo no era “negociar”, sino utilizar el mecanismo paritario para desgastar y llevar a los obreros a una derrota ejemplar. Desde el inicio, las patronales se dispusieron a aplastar a un destacamento de vanguardia de la clase obrera, que hace años viene luchando.
Por eso, se prepararon para una dura pelea política, actuaron de conjunto con el Ministerio de Trabajo, llevando las cosas a un callejón sin salida. A propósito, para escarmentarlos. Los capitalistas entendieron de movida que iban a una guerra de clases. Y se prepararon para eso.
En nuestra opinión, lamentablemente la dirección del SUTNA (orientada por el Partido Obrero) no preparó a los compañeros para una lucha así, una lucha política en que el objetivo patronal era la aniquilación del conflicto. Por eso, cada golpe patronal parecía sorprender al Sindicato. Desarrollamos este debate aparte.
El último acto, en el marco de una campaña de toda la prensa contra la lucha fue el lockout, el cierre patronal de las fábricas. Con los obreros afuera y sin cobrar más. Una medida durísima, que mostró que preferían perder plata con tal de liquidar la lucha obrera.
La polarización que produjo una medida así, obligó a todo el mundo a sacarse la careta. La colaboración semioculta del Gobierno y el régimen capitalista a través del Ministerio, las instituciones y los tramposos mecanismos paritarios ya no alcanzaban.
Massa tomó partido descaradamente por la patronal, abriendo la importación de cubiertas por parte de las mismas empresas. Dijo que “no puede ser rehén de unos pocos”, refiriéndose a unos miles de obreros, mientras se colocaba como empleado servil de tres grupos empresarios. La obediencia de este Gobierno a los intereses capitalistas salió a la luz.
La inmensa mayoría de la CGT corrió a pedir “mano dura” contra los trabajadores y su sindicato. Un sector minoritario (Camioneros, Aceiteros, etc.) se pronunció en apoyo recién luego de 5 meses de lucha.
La guerra se declaró abiertamente. El conjunto de la burguesía del país, sus medios de difusión, el Gobierno y los dirigentes traidores de un lado. Los obreros del neumático del otro. El objetivo patronal fue aprovechar el desgaste para provocar una derrota brutal a los obreros. Una pelea a matar o morir. Espert fue claro: pidió “bala” para los obreros. Y todos los sectores patronales tomaron partido, porque se transformó en un conflicto testigo. Si lograban liquidarlos, el conjunto de los trabajadores íbamos a sufrir las consecuencias.
Estaban todas las condiciones para una fuerte derrota. Pero no lo fue: la fuerza de la base y el activismo, sumada a la propia crisis del Gobierno, permitió enfrentar el ataque patronal. Pasando por encima de todos los obstáculos, incluso los problemas de dirección del conflicto, los trabajadores salen del combate enteros, unidos, votando y celebrando.
En la guerra de clases, la burguesía no logró todos sus objetivos. En un conflicto político, los obreros resistieron y salieron airosos. El conflicto del SUTNA es una buena muestra de que se puede luchar y que tenemos la posibilidad de avanzar por más. Las patronales y el Gobierno todavía utilizan las paritarias y el arbitraje obligatorio para derrotarnos, pero este conflicto obligó a los sindicatos a posicionarse (empezando por Camioneros); tuvieron que salir a reclamar nuevamente salarios para reubicarse. Y la actualización automática igual a la inflación (lograda en forma parcial en este caso), se puso sobre el tapete para todas las luchas salariales.
La lucha del SUTNA y los conflictos en curso han causado una simpatía que debemos aprovechar para conflictos futuros, ya que no es posible ganar a la inflación si no se implementa automáticamente salarios acordes a la canasta familiar indexados inmediatamente con la inflación mes a mes.
Es esencial que la clase obrera analice esta lucha, y saque conclusiones. Y que aprovechemos este impulso para continuar la pelea contra el plan de ajuste de las patronales, el Gobierno y el FMI. Tenemos que luchar, a la vez, por una nueva dirección sindical y política para todos los trabajadores. En la perspectiva de una huelga general y un argentinazo que derrote los planes capitalistas y avance en la pelea por un gobierno de los trabajadores y el pueblo.
La lucha y su dirección
Creemos que hubo problemas serios en la conducción del conflicto desde el inicio y que lo pusieron al borde de la derrota. Tanto en el programa, como en la preparación de una lucha dura, y también en la imprescindible democracia obrera en un conflicto de esta envergadura.
Como se demostró, no había espacio para una lucha “sindical” normal. Las paritarias están al servicio de las negociaciones “civilizadas” en que las patronales ganan siempre. Pero la dirección del SUTNA siguió apostando a las paritarias para “destrabar”: un camino de derrota. ¡Ninguna confianza en los mecanismos institucionales! Por ejemplo, la toma de la Secretaría estuvo en el marco de esa estrategia de presionar las instituciones. ¿No debieron tomarse las fábricas, en lugar de eso? Claro, era difícil. Para eso había que prepararse desde el inicio.
El programa de aumento de horas extras es ajeno a una concepción clasista. Hay que trabajar menos para que trabajen todos. Tenemos que pelear por la disminución de la jornada laboral sin baja de salario, y no por horas extras mejor pagas. Ante los salarios bajos, muchos compañeros quieren más horas extras. No es la salida. La unidad con los trabajadores desocupados requiere un programa revolucionario, que incluya la reivindicación de la bolsa de trabajo controlada por los trabajadores para las incorporaciones a planta.
Es parte de una concepción más general, enfrentada al sindicalismo y corporativismo propio de las direcciones burocráticas que defienden la conciliación de clases. Era necesario apelar a las mejores tradiciones de la clase obrera. Si no se pone en discusión la propiedad privada, estamos atados de pies y manos.
Ante el ataque patronal, ¡tomar las fábricas!
Habrá represión: ¡preparar la defensa obrera de nuestra lucha!
Los obreros mostramos nuestros recibos de sueldo: ¡que las patronales abran su contabilidad para que todos vean lo que ganan!
Si faltan cubiertas y las patronales no quieren fabricarlas: ¡ocupación e inicio de la producción!
Si las empresas se arrogan el derecho de decidir sobre una rama industrial tan importante, hay que quitarles ese derecho. Hacen falta cubiertas. Si ellos no las producen, que el Estado se haga cargo de la producción, y expropie sin pago las plantas. El pueblo argentino no puede ser rehén de tres grupos empresariales.
Este programa estuvo ausente
Por último, algo fundamental. Toda pelea requiere la máxima democracia de las bases para debatir cada paso, cada medida. Y para que todos los compañeros tomen tareas, se hagan responsables de la conducción cotidiana de la lucha. Más aún en un conflicto de esta importancia. Para eso, era preciso organizar a todos en comités de lucha y comisiones: de búsqueda de solidaridad, de autodefensa, de Fondo de Huelga, incluir a las mujeres y familiares de los obreros, etc. Y sobre todo, con asambleas resolutivas cotidianas, donde todos tengan la palabra, se escuchen todas las opiniones, se vote. En este caso, no fue así. No se profundizó la democracia cada vez más.
La lucha se resolvió en una asamblea general que mandató a la conducción a tomar todas las decisiones. Así fue de ahí en más. Ese método no corresponde con una dirección que se dice clasista y combativa. Esto tiene que cambiar rotundamente.
Estas fallas no solo debilitaron la pelea, sino que impidieron utilizarla para lo que debe serlo: para educar a los luchadores obreros en una escuela de ruptura con el sistema capitalista y su Estado, en una escuela de guerra para toda la clase obrera en su objetivo de avanzar hacia la revolución socialista.
Esta vez se logró enfrentar el ataque patronal. Pero no será así siempre. En futuras luchas estarán las “balas” que pidió Espert. Habrá represión, ataques de patotas sindicales, habrá violencia. El estado desplegará todas sus armas al servicio del capitalismo. Necesitamos prepararnos para ellas como se preparó la patronal para esta: cada lucha será una guerra de clases.