La cancelación del amistoso que estaba marcado para el 9 de junio en Jerusalén entre las selecciones de Israel y Argentina es una importante victoria del movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones). Merece ser celebrada como lo que es: un “olé” al apartheid, un gol de tablero contra la ocupación y la colonización sionistas. Simboliza más que eso: la decadencia del sionismo en todo el mundo.
Por: Soraya Misleh
Expresión de eso es la acumulación de victorias del BDS a Israel en el último período. En ese sentido, la cancelación de shows de artistas como los cantantes brasileños Gilberto Gil –luego de tres años de negación a atender las apelaciones del movimiento en solidaridad al pueblo palestino– y Linn da Quebrada, de la colombiana Shakira y de la uruguaya Natalia Oreiro. Antes de eso, varios directores, inclusive brasileños, cancelaron su participación en el Festival Internacional de Cine LGBT de Tel Aviv. Igual postura asumió el dramaturgo portugués Tiago Rodrigues, que participaría del Festival Israel en Jerusalén.
La decadencia del sionismo se profundiza a 70 años de la Nakba –la catástrofe palestina–, con la creación del Estado de Israel el 15 de mayo de 1948 a través de la limpieza étnica.
Dos acontecimientos catalizan ese alcance: la masacre israelí durante la Gran Marcha del Retorno y la transferencia de la Embajada de los Estados Unidos en Tel Aviv hacia Jerusalén, capital histórica de Palestina (lea más en https://goo.gl/QRi7w5). La limpieza étnica sigue y se intensifica la indignación. La muerte de la joven enfermera Razan al-Najjar, mientras intentaba proveer cuidados a heridos por francotiradores israelíes en la protesta de Gaza el 1 de junio, fue un elemento más para potenciar lo que ya estaba en ebullición. Sin poder contener una resistencia heroica que insiste en no ser sofocada, Israel muestra su verdadera cara colonial y genocida: así, colecciona derrotas políticas, que tienen en las victorias del BDS una importante vidriera al mundo.
La respuesta israelí es sintomática de esa caída y de cómo la solidaridad internacional es fundamental para profundizarla. El Knesset viene aprobando leyes que visan criminalizar el BDS, como la que prohíbe acciones por boicot para los que viven donde hoy es Israel y, en julio de 2017, la que impidió la entrada de activistas y simpatizantes en la Palestina ocupada. En el mundo, países europeos y los Estados Unidos también buscan restringir la campaña. Los que apoyan el movimiento son denominados antisemitas, una ya desgastada distorsión sionista para silenciar voces críticas.
En la misma dirección está entre las acciones ganar adeptos o la simpatía de los poco informados usando también viejas tácticas: representación religiosa y propaganda. Ejemplos en San Pablo son las inversiones recientes del Consulado de Israel en dos grandes eventos: la Parada del Orgullo Gay el día 3 de junio, que tuvo un bloque LGBT patrocinado por el sionismo –no sin repudio de solidarios a la causa palestina–, y la Marcha para Jesús, el 31 de mayo último, en la que el propio cónsul Dori Goren estuvo presente.
En el primer caso, queda demostrado el esfuerzo de propaganda utilizando para tanto lo que los activistas del BDS llaman pinkwashing –una tentativa de encubrir los crímenes contra la humanidad cometidos por Israel utilizando la retórica de que son “amigos de los LGBTs”–, que “Tel Aviv es el paraíso LGBT”. Como denuncian palestinos, incluso sus grupos LGBTs, cuando el sionismo ataca a los palestinos, el tal “paraíso” muestra su real cara: un “infierno”. La instrumentalización de la causa contra la opresión y la discriminación es una constante por parte del Estado de Israel y lamentablemente ganó adeptos como el diputado federal Jean Wyllys (PSOL-RJ). El parlamentario hace coro a esa propaganda engañosa y se ubica como portavoz de esa esquizofrenia llamada “sionismo de izquierda” (lea más en https://goo.gl/Ru3atp). En la batalla por profundizar la decadencia en curso, rumbo a la Palestina libre del río al mar, desenmascararlos gana hoy una importancia crucial.
Traducción: Natalia Estrada.