PACTO SOCIAL: UNA TRAMPA CON HISTORIA

Lo que desde sectores del oficialismo llaman «la búsqueda del consenso entre empresarios y trabajadores», es una constante en la historia del peronismo. Pero cada vez que se intentó concretarla, esta idea demostró ser en realidad un acuerdo entre patrones y sindicalistas para atacar a los trabajadores. Aumentando la explotación, congelando salarios o eliminando derechos para que los empresarios ganen más.

El primer intento de Pacto Social fue en 1955, conocido con el nombre de «Congreso de la Productividad». Este congreso tenía como objetivo  avanzar sobre los derechos conquistados desde 1945 y aumentar la explotación de los trabajadores («aumento de la productividad»). Era para salir del estancamiento económico en el que había entrado el país en la segunda presidencia de Perón (1952-1955).

Para ese entonces se terminaba la bonanza que había dejado la Segunda Guerra Mundial, y que Perón había usado para conceder derechos a la clase obrera sin atacar a la patronal. Pretendía mantener al país fuera de la influencia yanqui, en su intento por demostrar que era posible construir un capitalismo nacional e independiente, y con dignidad para los trabajadores. Con el final de estas condiciones excepcionales, Perón debía elegir entre hacerle pagar la crisis a los patrones tomando el control de sus propiedades y riquezas, o ajustar a la clase obrera. Y eligió esto último, pero a la manera peronista: involucrando en un acuerdo a los dirigentes sindicales para asegurarse de que la clase obrera no iba a defenderse de semejante ataque.

Aunque el «Congreso de la Productividad» fracasó, no solo dio origen a esta maniobra de hacer que los sindicalistas avalen los ajustes, sino que fue la señal de largada para que los patrones se lanzaran a un ataque más grande y profundo contra el pueblo trabajador: el Golpe Gorila de 1955.

De la Libertadora a Cámpora

Los sanguinarios ataques de la dictadura gorila se encontraron con una heroica resistencia obrera que terminó por derrotar a los milicos, que se vieron obligados a llamar a elecciones. En ese momento, 1958, se dió otro «Pacto Social»: Perón hizo que el movimiento obrero apoyara a Arturo Frondizi, quién sostenía que las inversiones extranjeras traerían prosperidad y bienestar. El resultado de este pacto se vio con toda claridad en enero del ’59, cuando el gobierno de Frondizi cerró el Frigorífico Lisandro de la Torre mediante una represión brutal a los trabajadores que defendían su fuente de trabajo.

Desde ese momento se sucedieron años de ataques a los trabajadores, pero la resistencia obrera fue aumentando hasta poner al país al rojo vivo. La dependencia hacía los yanquis había ido en aumento desde el golpe del ’55, y estos exigían permanentemente incrementar la explotación de la clase obrera. Pero los trabajadores habían ido endureciendo su resistencia hasta poner el país al borde de un estallido revolucionario. Pero para 1973, la derrota de las dictaduras militares que se venían sucediendo desde el ’66, la vuelta de la democracia, el inminente regreso de Perón, y la elección de Héctor Cámpora (ligado al ala izquierda del peronismo), habían creado las suficientes expectativas entre el pueblo trabajador como para permitir a los dirigentes sindicales vender otra vez la idea del acuerdo con los empresarios.

Ahí nació el primer «Pacto Social» conocido con ese nombre: el acuerdo entre patrones y sindicalistas (incluso algunos que se reconocían como combativos). Que entre otras cosas buscaba congelar los salarios por dos años mediante la suspensión de las negociaciones salariales, con el doble objetivo tanto de abaratar la mano de obra cómo de domar la rebeldía obrera. Con el apoyo de la mayoría aplastante de la dirigencia política y sindical, el pacto parecía que iba a instalarse. Pero la crisis económica mundial de mediados de los ’70 hizo que los empresarios buscasen atacar más a la clase obrera, y esta se defendió.

El Pacto Social de Menem

Hacia 1989, desde Washington y los diferentes sectores del empresariado argentino estaban completamente decididos a introducir el orden económico que la dictadura no había podido meter ni con un genocidio: el neoliberalismo. El desastre económico de Alfonsín, que terminó en hiperinflación y una situación de estallido social, dio lugar a un nuevo gobierno peronista, en el que la dirigencia sindical ocupaba los más altos niveles de autoridad.

Desde allí se acordó un nuevo pacto, que Menem publicitaba bajo consignas como «salariazo» o «revolución productiva». Ese pacto no significaba otra cosa que perpetrar uno de los peores ataques contra el pueblo trabajador argentino en toda su historia, ataques de los cuales aún no nos hemos repuesto: las reformas neoliberales de los ’90, que pasaron sin encontrar una resistencia obrera significativa.

Todo Pacto Social es contra la clase obrera

Como se puede ver, cada vez que empresarios y sindicalistas se reunieron junto al gobierno a «pactar», fue para buscar la forma de explotarnos más, de hacernos más pobres para que ellos sean más ricos. El «Pacto Social» que Alberto Fernández alienta, no va a ser diferente.

Por eso, es necesario denunciarlo y combatirlo con todas nuestras fuerzas. Contra la unidad de empresarios y dirigentes contra el pueblo trabajador, hay que oponerle la unidad de los trabajadores y el pueblo para luchar hasta hundir sus planes.