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EL PAPEL DE LA IZQUIERDA

Los partidos patronales y la burocracia sindical identifican el 2001 con un “caos”, mezclado con la desocupación, la miseria, los padecimientos. Y eso ha calado en la visión popular, que no ve motivo de reivindicación. El kirchnerismo, por su propio interés, cultivó también esta visión. Sin embargo, no es así.

El “caos”, la miseria, la desocupación, fueron resultado de un plan económico entreguista y hambreador. El Argentinazo fue la justa reacción contra esa realidad insoportable, que buscó (y hasta cierto punto logró) frenar sus consecuencias más dramáticas. Si no hubiera ocurrido el Argentinazo, si el plan neoliberal hubiera continuado, el deterioro del nivel de vida y de entrega de nuestro país hubiera sido muy superior. Hubiera pasado el ALCA, y hoy seríamos prácticamente una colonia norteamericana, con niveles de explotación como la India.

El Argentinazo representó algo nuevo. Antes, frente a un gobierno desastroso, había dos salidas para la patronal: un golpe militar o esperar a las próximas elecciones. El pueblo argentino no soporta ni una mención a un nuevo golpe. Por lo tanto, la única era esperar y votar. El 2001 mostró que si un gobierno actúa contra el pueblo, éste lo puede echar con su movilización. Es una experiencia terrible para la patronal, que quieren borrar de la memoria.

Los límites del 2001

Un sector importante de los luchadores comparten esa visión del Argentinazo. Su decepción viene de otro lado: “Quisimos que se fueran todos, pero todos siguen”, “no logramos nada”…

¿Qué pasó? En el 2001 hubo una revolución, que tuvo sus limitaciones. La más grave fue la falta de una dirección revolucionaria. Eso es común a todas las revoluciones que hubo en el siglo XXI, como por ejemplo en Egipto o Siria. Esa dirección no puede surgir de la nada.

Pero en Argentina, existían varios partidos que se dicen socialistas revolucionarios. ¿Qué pasó? ¿Era imposible dar continuidad al Argentinazo preparando una salida de fondo? ¿O será que quienes tuvieron la posibilidad la desperdiciaron? La izquierda participó del 2001, pero no logró guiarlo a un nivel superior. La responsabilidad central de eso, fue de los partidos más importantes.

El MST dirigió las Asambleas populares, con cientos de miles organizados. El Bloque Piquetero, dirigido por el PO, realizó 5 asambleas nacionales asentadas en más de 200.000 piqueteros en todo el país. Hubo cientos de empresas recuperadas, donde el PTS tuvo fuerte influencia. Fueron experiencias muy ricas, vistas con enorme simpatía por gran parte de la clase obrera del país.

Era posible convocar Congresos Obreros y Populares conjuntos(1), que se dirigieran a la totalidad de la clase obrera, con exigencias y demandas a las direcciones sindicales tradicionales, para arrancarlas de su control. Y desde allí construir una nueva dirección obrera revolucionaria para luchar por una salida distinta.

Pero el programa y la política de esos partidos, no estaba orientada a la pelea por el poder, sino a la acumulación con fines electorales. El programa apuntaba a salidas electorales, a través del llamado a Asamblea Constituyente de distintos formatos, pero con igual contenido: la salida de fondo es votar. El MST propuso que el Congreso nombrara presidente a la fórmula Zamora-Walsh. El PO exigía una elección para Constituyente, creyendo que de allí saldría un gobierno obrero (2).

Ese programa equivocado, con una lógica electoralista, se complementó en el terreno de la organización con posturas autoproclamatorias. La dirección de las asambleas (MST) se encerró en sí misma negándose a unirse a los demás sectores. La dirección de los piqueteros (PO), boicoteó las asambleas populares, y se negó a dirigirse al conjunto de la clase trabajadora. Creía que la Asamblea Nacional Piquetera era una “nueva central” que reemplazaba a la CGT, sin ver que la dirección de la mayoría de la clase obrera aún era la burocracia, a quien se debía combatir, no ignorarla.

Programa oportunistaelectoralista y orientaciones sectarias, fueron la fórmula que impidió avanzar en la construcción de una direcciónrevolucionaria, y permitió la recuperación del régimen.

Lamentablemente, la práctica electoralista se profundiza hoy en esos partidos. Han sacado conclusiones equivocadas. Para enfrentar los nuevos argentinazos (o la forma que adquieran los próximos enfrentamientos de clases) hace falta un nuevo partido socialista, obrero y revolucionario, que enfrente a la patronal, el imperialismo, las burocracias sindicales, piqueteras y estudiantiles, y también el electoralismo creciente de estos partidos.

(1) La Coordinadora del Alto Valle del Río Negro y Neuquén, fue una expresión, la más desarrollada, de esa posibilidad. (2) Ver Marxismo Vivo 5 – Primera Época.