¿PARA DONDE VA EL MUNDO?

De acuerdo con las evaluaciones de los gobiernos y de los medios burgueses, el mundo está viviendo una grave crisis con la pandemia y la recesión mundial. Pero la pandemia estaría ya acabando, y con ella terminaría también la crisis económica.

¿Eso es verdad? No. Se trata de una ideología al servicio de la política del fin de las cuarentenas y de la “normalización” de la producción. Sirve también para preservar a los gobiernos que tuvieron desgastes y crisis importantes con la pandemia y la recesión económica.

La pandemia sigue creciendo en el mundo, y aún no alcanzó su pico. Existen desigualdades de país a país, pero esa es la tendencia mundial. Y la recesión mundial está solo comenzando. Como producto de esta combinación brutal de crisis, existe una devastación en el mundo que se asemeja a las consecuencias de una guerra mundial.

Y es posible que esta situación objetiva nos lleve a nuevos procesos de ascensos y crisis en el mundo, como comenzó a darse en los Estados Unidos, y ya se refleja en el Líbano y Bielorrusia.

La pandemia sigue creciendo…

En términos globales, la pandemia sigue creciendo, batiendo récords días tras día en el número de infectados así como de muertes. En el momento en que escribimos este artículo, el número oficial de infectados en el mundo era de veinte millones, con cerca de 750.000 muertos. Como todos los científicos comprueban la subnotificación de los gobiernos, debemos estar próximos de doscientos millones de infectados y cuatro millones de muertos. Y ni siquiera estamos próximos del pico de la pandemia en el mundo.

La ideología de que la pandemia está ya bajo control es una narrativa al servicio del fin de las cuarentenas, sin apoyo sobre ninguna base científica o evaluación numérica.

El reinicio del crecimiento de la pandemia en los EEUU, con la reapertura de la economía en pleno pico de coronavirus, mantiene ese país en el epicentro de la pandemia en nivel mundial desde hace más de dos meses. El país más poderosos del mundo muestra la incapacidad del capitalismo en preservar la vida. La vidriera del “american way of life” se está derritiendo.

El Brasil viene enseguida después en término de infectados y muertos. Bolsonaro hizo exactamente lo mismo que Trump, acabando con las cuarentenas en el pico de la pandemia. En números oficiales, ya se pasó de los cien mil muertos, que en realidad deben ser quinientos mil. Los gobernadores “de oposición”, que en el inicio se opusieron a Bolsonaro, ahora lo siguen con el fin de las cuarentenas.

Enseguida después de Estados Unidos y Brasil viene la India, que en pocas semanas puede ser el nuevo epicentro mundial de la pandemia, por la dimensión de la población y la explosividad de la expansión de la enfermedad.

Recientemente se hizo una pesquisa que indicaba 25% de la población de Nueva Delhi infectada. Basta hacer los cálculos: si 10% de la población de 1.300 millones de habitantes contrae la enfermedad, los números mundiales darán un salto.

Rusia viene a continuación, a pesar de todas las maniobras descaradas de subnotificación hechas por Putin. África del Sur ya es el quinto país con más infectados del mundo, señalando el agravamiento de la pandemia en el continente africano.

Enseguida después vienen los demás países semicoloniales de América Latina, Asia y África, para donde se desplaza el centro de la pandemia.

Probablemente, esos países darán los números finales de esta primera ola de la pandemia.

Existen desigualdades, como la caída del número de infectados y muertos en Europa y en China. Es preciso evaluar esas desigualdades como parte de la globalidad del crecimiento mundial de la pandemia. Como ya fue comprobado que no existe inmunidad de rebaño para el Covid en ningún lugar, incluso en esos países, existe la posibilidad de un reinicio de la pandemia en los niveles anteriores. En Europa, existe nuevamente un crecimiento del número de infectados y de muertes.

La naturalización del genocidio

En todo el mundo, la política de los gobiernos es esencialmente la misma, con la reapertura de la economía para asegurar las ganancias de las grandes empresas. Antes existía un diferencia en la política de los gobiernos, con Trump y Bolsonaro, por ejemplo, defendiendo la reapertura, y otro sector mayoritario manteniendo cuarentenas limitadas.

Ahora, la regresión en las cuarentenas se impuso en todo el mundo, esté o no el país en el pico de la pandemia. Un ejemplo emblemático es el gobierno de Fernández, en la Argentina. En el inicio era presentado como un ejemplo por los reformistas de todo el mundo por la cuarentena aplicada. Ahora, es parte del conjunto de los gobiernos en el cierre de las cuarentenas. El resultado es el crecimiento de la pandemia en el país.

Las vacunas están siendo desarrolladas en ritmo aceleradísimo, porque ahora la pandemia afecta las ganancias de la burguesía. Además, el laboratorio que consiga producir primero la vacuna tendrá asegurado millones de dólares de ganancia. Las vacunas más avanzadas comenzaron ahora la llamada tercera fase, que incluye testes con seres humanos, y están siendo programadas hasta mediados de 2021. Aún así, tendrían una rapidez récord.

La vacuna para el sarampión demoró 10 años para ser producida, y fue una de las más rápidas. La vacuna para la hepatitis llevó 16 años. Esta comprobado lo que decíamos, de que hubiera sido posible tener una vacuna antes de la pandemia, por los brotes de Sars (hace 18 años) y de Mers (8 años atrás).

No obstante, algunos gobiernos anuncian la posibilidad de aplicar la vacuna antes de terminar los testes y, por lo tanto, sin seguridad en relación con sus resultados. Rusia anunció el inicio de la vacunación en masa en octubre. Aparentemente suprimirá la última fase de los testes, para asumir la delantera de manera aventurera y desastrosa, lo que es un riesgo gigantesco para la salud pública.

El Covid aún es muy desconocido. Las pesquisas son contradictorias. Una de ellas concluye que la inmunidad con anticuerpos para el Covid duraría de dos a tres meses. Otra pesquisa apunta en el sentido contrario, diciendo que la inmunidad a partir de las células T (no por anticuerpos) podría tener una memoria que incluiría las antiguas infecciones por coronavirus (desde el Sars y el Mers), de 17 años atrás, y abarcaría también el Covid-19. Eso tendría consecuencias en la posibilidad de mayor inmunidad en los días actuales.

Las perspectivas, por lo tanto, aún están abiertas. No se puede prever con certeza cuándo y cómo terminará la pandemia, aun después de seis meses de su inicio. Pero todo indica que el proceso se arrastrará al menos hasta 2021. Y ya se configura como la peor pandemia de la historia desde la gripe española.

Lo que se sabe es que la burguesía se está moviendo para garantizar sus ganancias y reabriendo la economía, aplicando un genocidio consciente.

Existe un grave reflejo de la propaganda burguesa en la conciencia de las masas: la naturalización de la pandemia. Se puede notar el avance de esa ideología entre las masas, con la aceptación del fin de las cuarentenas. Presionadas a tener que volver al trabajo, para poder mantenerse, las personas se van acostumbrando a convivir con la pandemia. La enfermedad no es más una novedad, y las personas se adaptan a todo. Las máscaras con son más solo equipamiento de protección, son también una legitimación del fin de las cuarentenas, como si por sí solas pudiesen evitar el contagio. La pandemia se va naturalizando por la presión de la burguesía y de los gobiernos.

No obstante, la pandemia no está terminando, como dicen los gobiernos. Incluso en los países en que existe una caída en el nivel de contagios, es posible una segunda onda de la enfermedad, por la ausencia de la inmunidad de rebaño. Es posible que esta pandemia se aproxime a los millones de muertos de la gripe española del siglo pasado. Es la naturalización del genocidio.

La recesión mundial recién se inicia

¿Y la crisis económica? Los gobiernos y la burguesía siguen anunciando una evolución en V, con un rápido fin de la pandemia y enseguida después de la crisis económica. A nuestro ver, esta es otra ideología. Los números divulgados indican los opuesto.

Una recesión mundial se estaba ya iniciando antes de la pandemia y fue fuertemente agravada por esta. Esta recesión puede ser más grave que la de 2008-2009, e incluso evolucionar hacia una depresión como la de 1929.

Los números recién divulgados sobre el segundo trimestre del PIB de este año en los países imperialistas confirman esa evaluación y desmienten la ideología de los gobiernos.

La caída del PIB de los EEUU fue de 9,5% (32,9% en términos anualizados), la peor desde la depresión de 1929. El PIB de los países de la Unión Europea cayó 11,9% (14,4% en términos anualizados), con Alemania cayendo 10,1%, Francia 13,8%, Italia 12,4%, Portugal 14,1% y España 18,5% (la mayor caída desde la guerra civil).

Esas caídas expresan la recesión mundial ya iniciada y la parálisis determinada por un factor extra económico, las cuarentenas. Las perspectivas solo estarán realmente definidas con la evolución de la economía mundial en el segundo semestre.

La Cepal acaba de revisar sus previsiones para 2020 en toda América Latina, en la cual apunta una caída mayor que la previsión anterior. Prevé caída de 9,1% en el conjunto de América Latina, con caídas de 10,5% en la Argentina; 9,2% en el Brasil; 9% en México; 8% en Cuba; 7,9% en Chile; 5,9% en Colombia; 5,5% en Costa Rica. Estos números son más próximos a una depresión que a una recesión.

China presentó un crecimiento de 3,2% en el segundo trimestre, después de la caída de 6,8% en el primer trimestre (la primera desde la restauración del capitalismo). Hubo una caída de 1,6% en el conjunto del primer semestre.

Eso fue alardeado ya como expresión de una superación de la crisis, pero es temprano para definir eso. La tasa de acumulación en China, en 2008, llegó a 50% del PIB, más del doble que la del resto del capitalismo, por la característica especial del Estado burgués chino. Ahora, el peso de la inversión del Estado es semejante. No obstante, la inversión de las empresas privadas cayó 7% en el primer semestre, mientras el de las empresas públicas aumentó 2%. El consumo interno siguió cayendo en el segundo trimestre (3,9%), así como siguió aumentando el desempleo. La situación de la economía mundial es peor que la de 2008, lo que afectará fuertemente las exportaciones chinas.

Por lo tanto, aún siguen planteadas todas las posibilidades de evolución en China, incluyendo una posible recesión. De la misma forma, existe la posibilidad de un ascenso obrero en el país.

La evolución de la economía capitalista depende esencialmente del aumento o la disminución de la tasa de ganancia de las grandes empresas. Cuando las ganancias aumentan, esas empresas invierten y existe crecimiento. Cuando las ganancias caen, ellas paran de invertir y vienen las crisis. Las tasas de ganancias medias de las grandes empresas vienen cayendo en 2020, y con la inestabilidad política pueden caer aún más. Esta recesión mundial va a extenderse.

Los de arriba suben, los de abajo bajan…

Otra de las ideologías diseminadas por los gobiernos y las burguesías es que “la crisis alcanza a todo el mundo” y que “todos tienen que hacer sacrificios”. No obstante, en el capitalismo es la gran burguesía la que manda, y ese discurso esconde la verdad de que los gobiernos buscan preservar las ganancias de las grandes empresas a través de los “planes de salvataje” de las economías.

Los planes de los gobiernos imperialistas son inéditos en términos históricos, por su dimensión. La Unión Europea anunció un plan de 750.000 millones de euros, con apoyo no solo de la gran burguesía sino también de los partidos reformistas. Los Estados Unidos lanzaron un plan de dos billones de dólares en marzo, y ahora Trump anunció otro de dimensión semejante. Son los llamados planes keynesianos –distintos de los neoliberales– con inyección directa del dinero público en las grandes empresas. En general, los países imperialistas están gastando más que el doble de lo aplicado en la recesión mundial de 2008, que ya había sido un récord en la época.

No solo la socialdemocracia –como el Partido Podemos en España– aplaudió el plan de la Unión Europea. Es lo que está ocurriendo en todo el mundo, con la adhesión de los partidos reformistas a los planes keynesianos de rescate. Como ya discutimos, el Bloco de Esquerda en Portugal no se opuso al presupuesto y los planes de rescate del gobierno del PS, con un discurso semejante. El PT y el PSOL en el Brasil, también defienden un programa keynesiano, esencialmente con medidas de estímulos a la economía, sin romper con el gran capital.

No existe, al contrario de lo que dicen la burguesía y los reformistas, nada de “preocupación social” en esos planes. El objetivo central es la salvación de las grandes empresas. Para los trabajadores, solo pequeñas y temporarias concesiones, que no revierten las pérdidas de empleos y salarios. En algunos países, como en el Brasil y tal vez en otros, esas pequeñas concesiones ayudan a contener temporariamente los procesos de lucha.

Y, en el caso de la UE, este último plan expresa la preocupación alemana con la crisis del conjunto de la Unión, para preservar su dominación.

Esas políticas ya están llevando a déficits públicos mayores que 10% del PIB (en EEUU, de 15,4%), tres veces mayor que los del año pasado. Según Michael Roberts: “los niveles de la deuda del sector público excederán cualquier cosa alcanzada en los últimos 150 años, incluso luego de la Primera y la Segunda Guerra Mundiales”.

Inevitablemente, después de la pandemia, esos déficits y esas deudas públicas serán cobradas a los trabajadores, con ataques aún más brutales a la enseñanza y la salud públicas, las jubilaciones [pensiones], etc. O sea, se salvan las grandes empresas ahora, y quien pagará la cuenta serán los trabajadores.

No es verdad que la crisis alcanza a todos de igual forma. En relación con los trabajadores, el efecto es brutal, con el aumento de centenas de millones de nuevos desempleados en el mundo. En los barrios pobres de los países semicoloniales, la combinación de las muertes por la pandemia, el desempleo y el hambre llevarán a elementos crecientes de barbarie.

Eso afecta a los trabajadores de los países imperialistas también; treinta millones de personas en los Estados Unidos no tienen qué comer.

Pero los planes multimillonarios de los gobiernos han bloqueado la bancarrota de las grandes empresas. Más que eso, incluso con la caída en general de las ganancias de las empresas, algunos sectores están creciendo en la crisis.

Los grandes bancos de los EEUU están batiendo récords en sus ganancias, además de una gigantesca capitalización para enfrentar las pérdidas que vendrán. Según The Economist, en el segundo trimestre de 2020 “los ingresos del Citibank, Goldman Sachs y JP Morgan fueron mayores que en cualquier otro momento desde la crisis financiera global, casi duplicando el del mismo período de 2019. El Goldman Sachs, uno de los dos mayores bancos de inversiones independientes restantes, vio aumentar sus ingresos 41%”.

Además de eso, algunos sectores de la burguesía han crecido en la crisis, en particular en el e-comercio y tecnología. Jeff Bezos –dueño de la Amazon– aumentó su fortuna en un único día del mes de julio en más de 12.000 millones de dólares. Hubo un gran aumento en las ganancias de la Apple y de Facebook.

Ya se apunta una fortísima ampliación de la desigualdad en el mundo. La polarización social que ya existía, está aumentando brutalmente. De un lado, la monopolización de las grandes empresas y el aumento en las ganancias de los grandes bancos y algunas empresas. Del otro, la quiebra en gran escala de las pequeñas empresas y la miseria de los trabajadores.

Aumentan los factores de crisis en las burguesías

Existe un aumento del desequilibrio en el sistema mundial de Estados por la crisis, en particular del conflicto entre EEUU y China.

Eso es mucho más profundo que solo una “locura de Trump”. Refleja por un lado, la decadencia de los Estados Unidos, que, no obstante, aún mantiene su hegemonía mundial, a costa de un parasitismo financiero cada vez mayor.

Por otro lado, China tenía un papel en la división mundial del trabajo en el inicio de la globalización, en la década del ’90 del siglo pasado, como una “fábrica del mundo”. De allá hasta acá, creció en el mercado mundial, pasó a invertir en gran escala en los países semicoloniales y ya no cabe más en el papel de antes. Además de la disputa alrededor la tecnología 5G, los conflictos se amplían en los terrenos diplomático, político, económico, y hasta militar.

Las diferencias interburguesas aumentan en función de la crisis económica y también de las crisis políticas. Eso se expresa en nivel internacional en conflictos interimperialistas (EEUU vs. Alemania, etc.), así como internamente en los países

Se están preparando nuevos procesos revolucionarios

Ya existían procesos revolucionarios en curso en el mundo antes de la llegada de la pandemia y de la recesión mundial. Existían ascensos en Chile, Colombia, Iraq, Líbano, y varios otros menores. Ya estaba ocurriendo en el mundo una polarización creciente entre revolución y contrarrevolución.

La combinación de pandemia y crisis económica trajo un agravamiento brutal de la situación objetiva de los trabajadores, que sufrieron las muertes por la pandemia, el desempleo y el hambre por la crisis económica.

Junto con eso, ocurrió una cierta parálisis de los movimientos de masas, por el miedo al contagio y por las pérdidas habidas. Hasta ahora, el nivel de los ataques superó en mucho la reacción del movimiento de masas.

No obstante, aparentemente, se está preparando una nueva serie de ascensos, con los EEUU anunciando ese nuevo momento. Tres semanas de un gigantesco ascenso en el país más poderoso del mundo incluyeron a los EEUU en la cadena de grandes movilizaciones revolucionarias de todo el mundo.

Después de tres semanas, el movimiento de masas retrocedió. No por una derrota sino por el cansancio y la falta de una dirección revolucionaria. Hubo un cambio en la situación de la lucha de clases, en la relación de fuerzas en general, incluso con el reflujo coyuntural de las luchas.

Existe una crisis en el gobierno Trump, que perdió apoyo político en la población, así como en la burguesía. La crisis se amplió en el régimen también, con descrédito en las instituciones.

No obstante, incluso en crisis, la democracia burguesa opera. La posibilidad de derrota de Trump en las elecciones de noviembre, con Biden tomando el frente en las encuestas, ayuda a frenar el movimiento. En el mismo sentido, apunta un encaminamiento parlamentario de reformas en la policía por los Demócratas en el Congreso y en los municipios, con el apoyo del movimiento Black Live Matter (BLM).

La situación sigue explosiva, pudiendo retomar el ascenso en cualquier momento. En Austin y en Oregon surgieron nuevos conflictos de importancia, no obstante, sin retomar el mismo nivel de lo ocurrido con la muerte de George Floyd.

Las luchas contra las opresiones comprueban una vez más su centralidad, con todo el ascenso antirracista por la muerte de George Floyd y las luchas de las mujeres contra el machismo. De la misma forma, eso se expresa en las movilizaciones contra la LGBTfobia y en defensa de los inmigrantes. Todos estos sectores son aún más afectados que los otros trabajadores en la crisis económica y en la pandemia y son muchas veces vanguardia del conjunto del movimiento de masas.

Existen nuevos procesos de luchas localizados en Bolivia, Irán, Bielorrusia, Argelia, Sudán, Iraq, Serbia, Venezuela, Chile, así como en otros países. Hasta en Israel existe un ascenso en las luchas contra el gobierno Netanyahu. En el momento en que escribimos este texto, los procesos más avanzados se expresan en Bielorrusia y en el Líbano, después de la explosión en la zona portuaria, que agravó la durísima situación producida por la crisis económica y la pandemia. Es probable que se esté acumulando la bronca en las masas de otros países para futuras explosiones.

La polarización creciente de la lucha de clases en el mundo está dando un salto con la pandemia y la crisis económica. Eso se expresa en el conflicto creciente entre revolución y contrarrevolución, así como en el surgimiento e incluso el fortalecimiento de sectores de la ultraderecha frente a la crisis y la pobreza creciente ante las medidas de los gobiernos. La utilización del racismo, del machismo, de la xenofobia y de la LGBTfobia como forma de culpar a un sector de la clase por las dificultades de todos los trabajadores es un servicio que la extrema derecha hace a los banqueros y grandes patrones, mientras busca intimidar a la clase trabajadora y derrotarla.

Hacemos un llamado a los trabajadores(as) de todo el mundo a luchar por sus vidas, por sus empleos, por sus salarios. Es necesaria la más amplia unidad para luchar, estimular todas las formas de autoorganización por la base para superar las direcciones burocráticas. Es preciso luchar contra la pandemia y la crisis económica, enfrentando a los gobiernos y sus planes de salvar a las grandes empresas. Queremos avanzar en la solidaridad internacional entre los procesos de lucha de los trabajadores(as) de todo el mundo.

En ese proceso, queremos hacer un llamado particular a los activistas que estén de acuerdo con un programa revolucionario para unirse a nosotros en la construcción de partidos y de una Internacional revolucionaria, herramientas indispensables en esta situación.