El pasado 8 de junio, el puerto de Mar del Plata se estremeció con una mala noticia: en medio de un temporal, se había perdido contacto con el pesquero Rigel a unas 111 millas náuticas (unos 206 kilómetros) de la localidad chubutense de Rawson. Noticia que empeoró aún, cuando el sábado 9 fue encontrado el cuerpo del capitán de la nave Salvador Taliercio; y cuando las condiciones climáticas obligaron a morigerar la ya de por sí limitada búsqueda.Esto último motivó a los familiares a realizar una marcha al Puerto de Mar del Plata para exigir que la búsqueda continúe, y denunciar la inacción tanto de las autoridades como de los sindicatos.
Como con el hundimiento del Repunte el año pasado, el caso del Rigel pone en foco las condiciones de las flotas de pesca argentinas: cascos oxidados, barcos con problemas en motores o sistema eléctrico y demás problemas; fueron denunciados a los medios por uno de los marineros del “Rigel” que no llegó a embarcarse. No es muy difícil relacionar el deterioro de las flotas de pesca con el vaciamiento de las industrias navales en general, y la pesquera en particular. Proceso que lleva décadas, pero que se agravó en los últimos años; siendo uno de los sectores en los que más se evidencia la pérdida de soberanía: de otra manera no se explica la inexistencia de un organismo estatal centralizado que monitoree las actividades en las aguas argentinas, o que buena parte de la Prefectura haya sido redirigida a las ciudades para participar de operaciones represivas.
Basta de asesinatos laborales
Pero, por otro lado, el Naufragio del Rigel y de otros buques de pesca está relacionado con la muerte del estibador del mismo puerto de Mar del Plata en abril, con el derrumbe que a principios de marzo de este año le costó la vida a seis obreros en santa teresita, con los diferentes casos de trabajadores muertos en silos en el sur de Santa Fe: el aumento de la inseguridad e insalubridad en los puestos de trabajo, que crece al compás de la presión patronal por reducir costos en aras de la “competitividad”. Política que viene costando cientos de vidas obreras al año, aunque ningún medio ni partido patronal se haya eco.
Lejos de revertirse, el agravamiento de la crisis económica hace que esta tendencia se vaya agudizando; y de aprobarse las reformas antiobreras de Macri, la situación empeorará aún más. Es necesario que las centrales sindicales llamen a la lucha para detener esta masacre en cámara lenta.
Hay que imponer medidas que protejan nuestras vidas
Es necesario que en cada lugar de trabajo tengamos delegados que se encarguen exclusivamente de velar por nuestra salud y seguridad. Y también es necesario el control obrero sobre las ART y la justicia laboral. Hay que exigir que cada empresa que incurra en faltas graves a la seguridad laboral sea expropiada sin pago y puesta bajo control obrero.En el caso de las flotas de pesca, además, es necesario estatizar los puertos, astilleros y toda la industria de la pesca; para garantizar tanto condiciones de trabajo óptimas en un trabajo ya de por sí peligroso, como la soberanía nacional sobre el Mar Argentino.
Si los dirigentes sindicales se niegan a luchar para defender nuestras vidas, hay que organizarse para reemplazarlos por dirigentes de lucha, que peleen por imponer estas medidas. Desde el PSTU, nos ponemos al servicio de esa tarea.