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¡Plan de lucha o buitres!

Tal como sucedió el 20 de noviembre de 2012 y el 10 de abril de este año, la clase trabajadora respondió masivamente al llamado al paro nacional del 28 de agosto. De nada sirvieron al Gobierno sus aprietes mediáticos, tampoco los de las patronales en las fábricas. El acuerdo con la burocracia de la UTA para que “carnereara” el paro terminó con la mayoría de los colectivos circulando semivacíos. La contundencia del paro superó incluso la lógica desconfianza en los convocantes, Moyano y  Barrionuevo, quienes tardaron más de 5 meses en convocar este nuevo paro y no levantaron entre los reclamos el rechazo a seguir pagando a los buitres de la deuda. Ahora es necesario imponer la continuidad con un plan de lucha y un programa que unifique el conjunto de nuestros reclamos.

El Gobierno pretendía engañarnos diciendo que este era el “paro de los buitres”, y junto a sectores patronales y de la burocracia sindical oficialista se jugó a que fracasara. Por las dudas rebalzó de policías y gendarmes, comandados por Berni, los accesos donde estaban convocados los piquetes. Pero entre los trabajadores y sectores populares sobraban las razones para parar: a la inflación desatada que se devora los salarios y jubilaciones, se le suma la recesión con una ola de despidos y suspensiones en la construcción, las automotrices, autopartistas (según tuvo que reconocer el propio gobierno se han perdido 200.000 puestos de trabajo este año, según otras fuentes la cifra es de 400.000), el derrumbe de la educación y la salud pública, los cortes de luz y gas por la crisis energética, la inseguridad alimentada por el avance del narcotráfico y la corrupción policial, la represión y la judicialización de las luchas y mucho más.
Por eso, por más que el Gobierno y las patronales desplegaran sus recursos habituales para intimidar a los trabajadores, desde la amenaza de más despidos, hasta la gendarmería y la policía en las calles; por más que la televisión, la radio y los diarios clamaran por el santo “derecho de los que quieren trabajar”, en contra de los cortes y los piquetes; por más que el jefe de la UTA, Fernández -comprado por el Gobierno con el aumento al triple de los subsidios a las empresas de transporte y alguna moneda para que el Sindicato ordenara no parar; por más que Beto Pianelli, el dirigente de los Metrodelegados del subte, ganado hace mucho para el kirchnerismo, repitiera el gastado argumento carnero de que el paro era un ataque de la derecha al Gobierno “nacional y popular”; por más que Capitanich dijera previsiblemente que el paro era un fracaso; pudo más la bronca y las necesidad de salir a luchar para enfrentar el ajuste.
Mientras los dirigentes demoraban el llamado a parar, por abajo se acumulaba esa bronca. Pero también se acumulaban la resistencia y la lucha contra el ajuste. Así lo demostraban los compañeros de Donnelley, los de Felfort que cortaron contra los despidos, Emfer, los paros de los trabajadores de la educación en Buenos Aires y tantos otros. Una vez más quedó claro que lo único que necesitábamos los trabajadores para empezar a romper el aislamiento y salir a luchar unidos era una convocatoria unificada.
Las idas y vueltas de las centrales sindicales para convocar al paro y su inacción durante el mismo para garantizarlo impidieron que el paro fuera aún más fuerte. Incluso muchos compañeros de gremios que no adhirieron tuvieron que concurrir a sus fábricas. Pero la disputa entre el Gobierno que quería evitar o derrotar el paro, y los trabajadores que queríamos hacerlo para enfrentar sus ataques, tuvo un claro ganador. Así fue que, con piquetes y tomando la medida en nuestras manos, volvimos a hacer un parazo en todo el país.

¡Imponer un plan de lucha YA!
La engañosa campaña del kirchnerismo, al grito de “Patria o Buitres”, tratando de convencer de que todos los males se deben al juez Griesa y a los buitres “malos”, se choca contra la realidad que empiezan a percibir cada vez más claramente los trabajadores: que el ajuste que estamos sufriendo a manos del Gobierno y las patronales, con la complicidad de los jefes sindicales traidores es, entre otras cosas, justamente para seguir pagando la deuda externa, continuar con el saqueo de nuestros recursos a manos de las multinacionales y beneficiar las ganancias patronales. Crece la conciencia de que si no hacemos algo para detenerlos, la factura que nos van a hacer pagar en términos de miseria y desempleo será muy alta.
Sin embargo, los hechos también dicen que para frenar el ajuste de las patronales y el Gobierno contra los trabajadores y el pueblo no alcanza con luchas aisladas. Los salarios y jubilaciones se siguen achicando, las suspensiones en las grandes fábricas automotrices, autopartistas y de otros gremios están pasando casi sin respuesta, el Gobierno sigue cobrando el impuesto a los salarios de más de 15.000 pesos.
Los trabajadores necesitamos urgentemente imponer un salario mínimo igual a la canasta familiar -calculada actualmente en alrededor de 9000 pesos- y el 82% móvil para los jubilados, la prohibición de despidos y suspensiones y terminar con el trabajo precario, tercerizado o en negro, la eliminación del impuesto al salario, el fin de la represión a los que reclaman y la judicialización de la protesta, la estatización bajo control de los trabajadores de las empresas vaciadas como Emfer-Tatsa y Donnelley.
Y también medidas más de fondo, como la suspensión de los pagos de la fraudulenta deuda externa y la nacionalización bajo control obrero del petróleo, el gas y todos los recursos naturales, la banca y el comercio exterior, para que queden en el país nuestros riquezas al servicio de las necesidades de los trabajadores y el pueblo.
Para imponer todo eso necesitamos mucho más que un paro de vez en cuando, que solo sirva para descargar la bronca popular acumulada. Necesitamos terminar con los dirigentes carneros que salen a atacar los paros como si fueran ministros del Gobierno o gerentes de las empresas. A través de asambleas y plenarios de delegados con mandato de base, tenemos que exigir a las direcciones sindicales que rompan sus pactos con el Gobierno y las distintas fuerzas de oposición patronales. Y convoquen un verdadero plan de lucha, empezando por concretar de inmediato el paro de 48 horas con que está amenazando Moyano.
Al mismo tiempo y por esa misma vía, tenemos que avanzar en la coordinación y la unidad desde abajo para construir la nueva dirección combativa y las organizaciones democráticas y de lucha que necesitamos los trabajadores para imponer nuestra salida a la crisis.
Desde el PSTU nos comprometemos a colocar todas nuestras modestas fuerzas al servicio de esta lucha. Te invitamos a organizarnos juntos para poner manos a la obra.