POR LA SOCIALIZACIÓN DE LAS TAREAS DOMÉSTICAS Y DE CUIDADOS

La convocatoria del Ni una Menos en Argentina al 4To Paro Internacional Feminista como Huelga “Productiva y reproductiva”, entre otras consignas, vuelve a poner sobre el tapete un viejo debate del movimiento de mujeres mundial: desde la campaña por Salario para Trabajo doméstico de 1972[1]  hasta el gobierno de Alberto Fernández, pasando por la CTEP y otres, el debate está abierto. ¿Qué son esas tareas “reproductivas”, tareas domésticas y de cuidados? ¿Cómo podemos las mujeres librarnos de ese yugo? ¿Debemos reclamar un “salario” a cambio de seguir haciéndolas o el Estado debe hacerse cargo de su realización?

Esclavitud doméstica

“Eso que llaman amor es trabajo no pago”[2], frase que hoy leemos en varias paredes del mundo, refiere a este problema: las mujeres seguimos siendo quienes garantizamos las tareas del hogar, tareas de cuidados a niñez y ancianes, enfermes, en fin: parece ser que tenemos un don natural para ocuparnos de dichas tareas, al mismo tiempo que nos ocupamos de varias más. Aunque trabajemos fuera del hogar, estudiemos, o todo al mismo tiempo, igualmente al llegar a casa nos siguen esperando esas tareas. Aun teniendo un compañero que “ayude”, la carga mental de la organización y el garantizar que se lleven adelante, igual sigue siendo nuestra tarea. Respecto de esto, la distribución de estas tareas es de 86,3% para las mujeres y 41% para los varones[3] siendo casi absolutamente responsables de la organización de las tareas y contención afectiva del grupo familiar[4]

Trabajo y capital

Desde el punto de vista de las relaciones de producción capitalistas, el trabajo doméstico produce bienes y servicios que son consumidos por el asalariado y que ayudan a reproducir la fuerza de trabajo. Es decir, la supervivencia en mínimas condiciones para quien al otro día debe volver salir a trabajar (incluso si es la propia mujer quien debe hacerlo). Pero en sí mismo, no es un trabajo que implica explotación sino opresión, ya que no produce más valor que queda en manos del capitalista puesto que no es un trabajo en relación con la producción externa al hogar. ni tampoco tiene valor, ni precio. A menos que ese trabajo sea realizado fuera del hogar y en relación de dependencia.

El gobierno de Fernández coloca la cuestión tomando la propuesta de organizaciones como CTEP que asegura que las tareas de cuidados son llevadas adelante en los barrios por las mujeres organizadas, y que el Estado debe hacerse cargo de estas tareas tomándolas en sus manos y pagando un salario (AUH por ejemplo) a quienes llevan esta tarea adelante todos los días, pero organizadas en cooperativas. Las mismas organizaciones feministas reclaman, como vemos hace bastantes años, un salario a cambio de esas tareas, pero eso implica que sigamos haciéndolas.

De ambas maneras, se naturaliza la idea de que el trabajo doméstico y de cuidados es tarea femenina. De nuestra parte, las consideramos tareas opresivas, embrutecedoras y esclavizantes que, al llevarse a cabo dentro del ámbito de la familia, se reproducen día a día hasta el infinito, e impiden a la mujer organizarse, socializar con compañeres en estructuras de trabajo colectivas y, por lo tanto, dar un paso político hacia la independencia de esas tareas y por una sociedad sin opresión ni explotación.

Coincidimos en que el Estado debe garantizar la realización de esas tareas, pero llegamos a una conclusión totalmente distinta a la de la CTEP. Que esas tareas sigan siendo del dominio de las mujeres en los barrios, en precarias condiciones, sin la formación necesaria y a cambio de apenas un subsidio o la AUH es precarización laboral, pauperización de salarios de quienes realizan esas tareas bajo relación de dependencia. Esa «salida» exime al Estado y los empresarios de dos cosas básicas: garantizar trabajo genuino, formal y con salario igual a la canasta familiar para el conjunto de las mujeres en edad laboral, por un lado, y por el otro lado, exime de garantizar vacantes en los jardines y maternales, comedores, etc. para que podamos salir a trabajar.

Sí, se pudo

Solo existe un ejemplo histórico al respecto de un Estado que tomó las tareas domésticas y de cuidados en sus manos: El Estado Obrero que surge luego de la Revolución Rusa en 1917. Por primera vez en la historia, fueron abolidas las leyes que ponían a la mujer en situación de desventaja en relación con el hombre y fueron liberadas de las tareas domésticas con la creación de lavanderías, comedores, guarderías y todo tipo de institución que garantizaba a las mujeres poder tomar otro tipo de tareas relativas a la administración del Estado Obrero y tareas en la producción[5] .

Claramente, este no es el Plan de la CTEP ni tampoco el plan feminista que exige un salario para visibilizar que existe el trabajo doméstico. Por eso, ni una ni otra opción son salida a la situación de opresión que sufrimos.

Una salida de fondo

Es fundamental que las mujeres y la clase trabajadora de conjunto exijamos al Estado la socialización de las tareas domésticas y de cuidados, sacándolas de la órbita de lo privado, destinando el presupuesto necesario para la creación de todo tipo de instituciones que garanticen estas tareas, ya que solo de esa manera las mujeres podremos liberarnos de las cadenas individuales que nos atan y que sirven al capitalismo para invertir menos dinero en la supervivencia de las familias trabajadoras. Justamente por eso, no creemos que un estado que solo beneficia a la clase más poderosa, los capitalistas dueños de todo en el mundo, pueda o quiera hacerlo. Tampoco en este sistema podremos terminar con el machismo o la explotación. Solo un Estado Obrero en camino a una sociedad socialista, como en Rusia los primeros años después de la Revolución, es capaz de llevar adelante semejante tarea.

Mientras construimos las herramientas políticas para que la clase trabajadora tome las riendas de nuestros países, y destruya al capitalismo explotador y opresor, tenemos que luchar por cualquier reivindicación que ayude a valorizar este trabajo, tales como asignaciones adicionales por tareas domésticas, subsidios por hijos dentro del salario que se paga por cualquier trabajo realizado fuera del hogar. Y por supuesto, dar una pelea feroz por la creación de guarderías y salas maternales en cada lugar de trabajo o estudio, asilos de ancianos estatales, reducción de la jornada laboral para madres y padres, así como también la extensión de las licencias por maternidad y paternidad sobre todo en la primera infancia de les niñez.

Todo aquello que podamos arrancarle al Estado hoy en el mientras tanto, sirve para que las mujeres podamos tener un poquito más de tiempo y mejores condiciones para construir una alternativa política camino al socialismo, el único sistema donde verdaderamente podremos ser libres de toda explotación y opresión, disfrutando de una vida plena junto a nuestros compañeres trabajadores, sin ataduras individuales ni tareas embrutecedoras.

[1] “Revolución en Punto Cero” Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas. 2013

 

[2] Idem

[3] https://www.telam.com.ar/notas/201906/371475-informe-uca-trabajo-mercado-laboral-emplea-tareas-domesticas-mujeres-varones.html

[4] https://www.clarin.com/entremujeres/genero/trabajo-domestico-invisible-deteriora-bienestar-salud-mental-mujeres_0_Gx_tyhz0z.html

[5] “Género y Clase” Cecilia Toledo.