Después de la extraordinaria manifestación del 3 de junio, esta pregunta está presente en todos los lados. Pero no es la única: ¿Por qué hay tan pocas condenas en casos de femicidio? ¿Por qué cuando se conoce que una mujer fue golpeada por su novio o marido, hay quienes preguntan qué fue lo que hizo ella? ¿Por qué muchas veces se sabe que un amigo, un pariente o un vecino, golpea a su mujer, y no se hace nada? La respuesta a todo eso es la existencia de una cultura machista que se ha impuesto a los largo de los siglos, que considera que la mujer es inferior y que siempre necesita a un hombre que le marque el camino. Un hombre que le diga qué hacer y qué no. Un hombre, padre, hermano, marido o novio, que es su dueño y que por lo tanto puede hacer con ella lo que quiera. Por supuesto que a la sociedad le parece mal que un hombre mate a su mujer o a su novia. Pero no se considera un gran problema que una mujer diga que no usa tal ropa porque su padre o su marido no quieren, o que no vaya a una asamblea porque su marido no la deja. Tampoco es visto como un gran problema que el hombre pierda la paciencia y le dé un cachetazo a su mujer, su hija o su hermana. Porque se considera que, en esos casos, el hombre sólo está ejerciendo su derecho de propietario. Y el asesinato de esa mujer es sólo un caso extremo del ejercicio de ese derecho de propiedad. Por eso es que decimos que el machismo mata.
Para acabar con el machismo y la opresión de la mujer, hay que acabar con el capitalismo.
A lo largo de los años las mujeres han dado grandes luchas y han logrado importantes conquistas: el derecho al voto, a estudiar, a la patria potestad de sus hijos, al aborto legal en algunos países. Pero no se ha logrado acabar con el machismo, ni con la opresión de la mujer que hoy se muestra en su forma más brutal, en el asesinato de mujeres, en la trata de personas o en el suicidio de jovencitas que se ven rechazadas partir de su identidad sexual.
Y no se logra acabar con el machismo porque el capitalismo lo utiliza a su favor, para pagar menos a las mujeres y dividir a la clase obrera. Esto que es una constante del capitalismo se potencia en momentos de grandes crisis mundiales como la que estamos viviendo desde el 2007. El imperialismo hace todos los esfuerzos para que la crisis la paguemos los trabajadores y por eso intensifica el saqueo de nuestros recursos naturales y las exigencias de pago de la deuda. Cristina, al igual que todos los gobiernos latinoamericanos acepta esos mandatos y la consecuencia es más ajuste y represión sobre los trabajadores. El próximo gobierno, sea, quien sea, hará lo mismo. La presión imperialista continuará y vendrán más ajustes. Por eso no irá más dinero para enfrentar la violencia contra las mujeres, ni se avanzará en la igualación salarial y seguirán utilizando los prejuicios machistas para dividir a la clase obrera e imponer con más facilidad sus planes.
Por eso, si bien tenemos que luchar exigiendo que se tomen medidas para evitar más muertes por femicidios y por la ilegalidad del aborto, así como contra toda discriminación hacia las mujeres, debemos saber que dentro del capitalismo nunca se conseguirá la liberación de la mujer. Sólo conseguiremos esa liberación acabando con el capitalismo y construyendo una nueva sociedad que no se base en la ganancia de unos pocos sino en el bienestar de la humanidad, la sociedad socialista. La que sólo será con una revolución encabezada por la clase trabajadora en su conjunto, hombres y mujeres.El machismo divide a la clase obrera.Mientras las trabajadoras se vean limitadas para ir a las asambleas, a los piquetes, a los cursos de formación y para ingresar a las filas de los partidos revolucionarios y sigan soportando la violencia de su familia o de sus compañeros, la clase obrera perderá la mitad de sus fuerzas. Por ese motivo, a diferencia de lo que dicen las organizaciones feministas, nosotros decimos que la lucha contra el machismo no es solo de las mujeres, sino de la clase obrera en su conjunto. Pero al mismo tiempo decimos que las mujeres trabajadoras deben encabezar esa batalla y que no lograremos avanzar hacia el socialismo si no incorporamos a las trabajadoras y a las jóvenes luchadoras a esa tarea. Para recorrer juntos ese camino les abrimos las puertas del PSTU.