Entre la “Carta Abierta” y su propuesta de “Pacto Parlamentario”
Interrumpiendo el silencio público al que se llamó desde el 10 de diciembre, la ex vicepresidenta publicó un extenso análisis de situación a mediados de febrero. Según trascendidos, lo habría complementado semanas después, en pleno conflicto entre Javier Milei y el Gobernador de Chubut, Ignacio Torres, sugiriendo alcanzar un “pacto parlamentario” para proteger las cajas provinciales. ¿Adónde apuntan esas iniciativas?
En medio de los múltiples esfuerzos por reorganizar al peronismo y sus aliados, la dos veces presidenta lanzó un documento político largo y fundado con un balance de lo que ella considera fueron las políticas centrales de los primeros “kirchnerismos” peronistas. Criticando aspectos de la política del Gobierno actual y del propio Milei, apuntando contra el FMI, atacando duramente al Ministro de Finanzas, Luis Caputo, y Mauricio Macri, y proponiendo lo que ella considera la salida para la actual crisis que sufre el país. Y todo esto, no en un tono de confrontación con Milei, sino casi aconsejándolo.
Así, el tono de su mensaje deja en evidencia aquello que, con mucha sutileza, datos y muchos párrafos, Cristina logra camuflar en el texto un acuerdo de fondo con muchas de las políticas impulsadas con Milei. Coincidencias que pueden llegar a servir como base para un pacto con el Gobierno. Por eso mismo, hay que destacar algunas claves de su extenso texto.
La Deuda y el Fondo
Una de las ideas centrales del texto, es que la Argentina se encuentra sumergiéndose en una nueva crisis de Deuda Pública, la tercera en el último medio siglo. Detalla de manera didáctica la evolución de la Deuda Externa y la relación de los diferentes gobiernos con el FMI, y argumenta de ese modo la primera afirmación de su documento: la causa de la inflación no es la combinación de gasto público con más emisión de billetes, sino la falta de dólares producto del endeudamiento. Junto con esto, señala como excepción la política del gobierno de Néstor Kirchner, que logró pagar la totalidad de la deuda con el FMI, y reestructurar algunas otras, pagando menos.
Un relato que combina elementos ciertos (la Deuda Externa como herramienta del saqueo del país) con falsedades (los supuestos “éxitos” de las negociaciones kirchneristas con los usureros extranjeros). Pero lo que es más grave, es que omite señalar que la Deuda Externa es completamente ilegítima, fraudulenta e impagable, y que el único momento del último medio siglo en que el país acomodó su economía fue cuando se interrumpieron esos pagos. Cristina omite todas estas cuestiones porque sencillamente, ella es partidaria acérrima de pagar la Deuda Externa… solo que sin “tanto” ajuste. Recordemos su famosa frase: “…somos pagadores seriales”
“Dos modelos enfrentados”
Sumado al endeudamiento, Cristina apunta como responsable de las crisis crónicas que sufre nuestro país al modelo agroexportador y financiero (impulsado por la Dictadura Militar, el menemismo, el macrismo y ahora Milei) frente a un modelo “industrial, exportador y de valor agregado”, supuestamente impulsado a lo largo de la historia, por los gobiernos previos a la Dictadura y el peronismo “kirchnerista” durante 2003 al 2015.
La realidad es que, si bien es cierto que durante esos gobiernos se impulsó a los sectores industriales, la Argentina nunca tuvo un verdadero modelo industrial: su industrialización siempre fue accidental, resultado de circunstancias del momento (guerras mundiales, aislamiento diplomático, políticas específicas de las potencias), más que de un plan serio. De hecho, los sectores que más crecieron durante los primeros años kirchneristas fueron los ligados al agronegocio, y al final de ese período se les sumó el extractivismo minero, muy similar en cuanto a procedimientos. Recordemos los acuerdos por el proyecto minero de Pascua Lama con la Barrick Gold y el petrolífero con la Chevron de David Rockefeller. De hecho, donde más se evidencia que la brecha entre ambos modelos no es tan grande, es cuando Cristina pondera las “participaciones público-privadas”, que no son otra cosa que privatizaciones a medias.
Y esto no podía ser de otra manera: desde hace siglos, el mercado mundial le asignó al país el rol de productor de materias primas, con un desarrollo industrial mínimo, especialmente del que es indispensable para tales tareas. No puede haber una industrialización real de la Argentina sino rompe con el orden imperialista, y para eso hay que salir de los marcos del capitalismo. Y Cristina, justamente, lo quiere evitar a toda costa.
Cristina tampoco está contra la criminalización de la protesta. Bajo su Gobierno se condenó a los petroleros de Las Heras y aprobó la ley antiterrorista. Tampoco condenó la represión en las jornadas del 18 de diciembre de 2017.
Evitar otro 2001
Si hay algo que se destaca en este texto de Cristina, es el tono tranquilo y diplomático que tiene hacia el Gobierno y hacia todo el arco político en general. Le preocupa la legitimidad de Milei, llama al Poder Legislativo a tener un rol más activo, y menciona a los episodios de lucha y resistencia de 2001 y 2002 con un todo desaprobatorio.
Y es que, siendo una figura clave del poder político patronal, Cristina es lo suficientemente inteligente como para notar los cambios profundos del humor social. Sabe que Milei llegó al poder debido al desgaste de los partidos que surgieron después del 2001. Y que ese rechazo que lo llevó a la Rosada puede terminar sacándolo antes de tiempo, con otro estallido revolucionario de un pueblo harto de la miseria. Y sabe que para el dominio de la burguesía que representa, esas explosiones de bronca social son peligrosísimas.
Por eso la ex vicepresidenta termina convocando al diálogo y al consenso, a la acción parlamentaria en lugar de la lucha callejera.
La alternativa es otra
Aunque con los compañeros y compañeras que aún apoyan a Cristina podamos discutir sobre la historia del FMI, los gobiernos y los modelos, difícilmente discordemos en que a Milei hay que enfrentarlo con una fuerza proporcional a la brutalidad de sus ataques. Pero las propias palabras de su texto demuestran que CFK está en otra sintonía: mientras nosotros tomamos las calles y exigimos a los dirigentes que unan las luchas hasta derrotar el plan de Milei, ella apunta a realizar acuerdos parlamentarios para debatir con el libertario.
Lo que necesitamos es justamente correr del medio a todos estos dirigentes que nos quieren forzar a esperar y dialogar con la pandilla de saqueadores que nos está gobernando, y unirnos y organizarnos para pelear sin tregua hasta que caiga el plan de Milei, Macri y el FMI. Hasta revertir los desguaces, la entrega y privatizaciones, y hasta lograr aumentos salariales y jubilatorios que nos saquen de la pobreza.
Para hacer eso necesitamos plantear otro modelo de país. Expropiando las principales industrias y recursos para ponerlos bajo control de los trabajadores. El petróleo, la minería, el agronegocio, las siderúrgicas, las aceiteras y los puertos.
Nacionalizar los bancos y el comercio exterior para evitar la fuga de divisas y controlar qué sale y qué entra en el país. Y a la vez para terminar con la especulación y el narcotráfico.
Desarrollar un plan de industrialización en base a las necesidades del pueblo. Utilizar los recursos científicos y tecnológicos para combatir el hambre, proteger el medio ambiente y mejorar la calidad de vida del pueblo trabajador.
Todo esto es imposible si no rompemos con el modelo económico actual. Y eso sólo es posible por medio de una Revolución Socialista que ponga a los trabajadores en el poder.
Proponer, como hace Cristina, e hizo siempre el peronismo, una alianza con los empresarios nacionales e internacionales, es llevarnos a un callejón sin salida. El camino de la conciliación de clases es lo que ha llevado a Milei al poder. No podemos seguir con medias tintas. Construir la salida que necesitamos requiere una organización que supere al peronismo y se ponga sobre los hombros esta tarea. Al servicio de esa construcción están el PSTU y la LIT.