¿QUÉ HACER ANTE LA CRISIS CRÓNICA DE LA VIVIENDA OBRERA Y POPULAR?

Desde el año pasado hemos visto cómo con la crisis económica y la pandemia el problema de la vivienda, una dificultad permanente para las familias obreras en el capitalismo, se agudizó tremendamente: cada día son más las familias arrojadas a vivir en las calles. La toma de Guernica fue un hito de una situación latente y de peleas que quizás con menos alcance mediático, continúan como la de los Vecinos de Nueva Unión en la Matanza, la de la Casa Santa Cruz en CABA, entre tantas otras. 

Frente a esta situación, el Gobierno ha activado distintas líneas de préstamos para la construcción, englobadas en el Plan Procrear. Gran parte del pueblo trabajador vio esto como la única posibilidad de acceder a una vivienda en su vida. Pero rápidamente la ilusión fue desapareciendo, a medida que se informaban las condiciones para postularse. Por ejemplo, había que tener un terreno propio o de familiar directo, además de un trabajo formal y un ingreso dentro de un rango prestablecido. Encima, cumplir con todas las condiciones tampoco era garantía, porque había que ganar un sorteo entre una gran cantidad de personas. La mitad de quienes participaron se quedaron fuera.

Así, después de esta pequeña esperanza, nuevamente nos resignamos a seguir gastando gran parte de nuestros sueldos en alquileres o en intentar construir de a poco la casa en el terreno de algún familiar.

Sin embargo, más allá de la insuficiencia del plan Procrear, en esta nota queremos dar un debate más profundo, que es por qué a los trabajadores nos cuesta tanto -o directamente nos niegan- la posibilidad de acceder a una vivienda. ¿No se supone que debería ser un derecho? ¿Por qué tenemos que cruzar los dedos para ganar un préstamo, que igual nos obliga a estar 30 años pagando con altas cuotas? ¿Es posible, o ha sido posible alguna vez en la historia, garantizar viviendas dignas para toda la población trabajadora?

Cómo comenzó esta historia

La cuestión de las condiciones de vida de la clase obrera, y especialmente el problema de la vivienda, fue estudiada por Marx y Engels en el siglo XIX.

Ellos se preguntaron cómo surgió este problema y llegaron a la conclusión de que no fue por azar, sino que fue producto de la forma en que se comenzó a organizar la sociedad con el capitalismo. Este sistema se basa en que una minoría, la clase burguesa, es dueña de los medios de producción (incluida la tierra) y de cambio y se apropia del producto del trabajo de la mayoría. Esta mayoría somos quienes no tenemos otro medio para subsistir que trabajando a cambio de un salario. Por eso, que no todos podamos acceder a un terreno y a una vivienda en buenas condiciones, es parte de las desigualdades inevitables que este sistema necesita para funcionar.

En el mismo sentido, la creación de grandes ciudades no se hizo planificando el bienestar del conjunto de la sociedad, sino de forma anárquica según las necesidades de esta clase burguesa, y su interés permanente de acumular capital. Esto también perpetúa la crisis crónica de vivienda que sufrimos los trabajadores.

Por eso, Marx y Engels decían que se podía “remediar inmediatamente la penuria de la vivienda mediante la expropiación de una parte de las casas de lujo que pertenecían a las clases poseedoras” y planificando el acceso a ellas del conjunto de la población. “Y que tan pronto como el proletariado conquiste el poder político, esta medida, impuesta por los intereses del bien público, será de tan fácil ejecución como lo son hoy las otras expropiaciones y las requisas de viviendas que lleva a cabo el Estado actual”. 1

Las viviendas en la Revolución Rusa

Medio siglo después, la Revolución Rusa dirigida por el Partido Bolchevique -con Lenin y Trotsky a la cabeza- llevó a la práctica estas medidas.

Entre los primeros decretos de la Revolución, había al menos tres que estaban referidos a la propiedad de la tierra, a su socialización y a la abolición de la propiedad privada en las ciudades.

Uno de ellos, de 1918, decía que: “Se suprime el derecho de propiedad privada sobre todas las parcelas sin excepción”. Se establece que “En los asentamientos urbanos con una población superior a los 10.000 habitantes se cancela el derecho a la propiedad privada de todas las edificaciones que, junto con el terreno bajo ellas, tengan un valor o rentabilidad superior al límite establecido por las autoridades locales.2. En Moscú y Petrogrado este límite se estableció en cinco viviendas. O sea, nadie podía tener bajo su propiedad un valor mayor a 5 viviendas.

Entre 1918 y 1924, cerca de 500.000 personas fueron realojadas en viviendas en Moscú y unas 300.000 en Petrogrado. 

Además, cuando fue el período de guerra del Ejército Rojo contra los ejércitos imperialistas, los trabajadores quedaron exentos del pago de alquiler.

Luego, cuando se implementó la NEP (Nueva Política Económica), se aplicaron rentas, pero atendiendo a la superficie de la vivienda y a los ingresos del inquilino. Por ley se estableció que cada habitante debía disponer de 9 metros cuadrados y el alquiler no podía exceder del 10% de los ingresos familiares, ajustándose normalmente al 4%. 

Con estas rentas, el Estado tenía que construir, mantener las viviendas y destinar presupuesto para garantizar salud, educación y transporte.

 

¿Por qué traemos esta experiencia de la Revolución Rusa?

 

Primero, porque que todos accedamos a una vivienda parece imposible o poco realista. Sin embargo, no es algo que nunca haya pasado en la historia.

Segundo, porque ahora, en plena pandemia, es cuando más necesitamos viviendas para hacer las cuarentenas. No obstante, si bien el propio Ministerio Desarrollo Territorial y  Hábitat de la Nación reconoce que existen más de 2 millones de viviendas ociosas, la política de quienes nos gobiernan ha demostrado ser contraria a promover el acceso a esos terrenos y techos. Como la represión a la toma de Guernica, ordenada por Kicillof hace unos meses. O ahora en barrios de La Matanza (Nueva Unión, etc.) Si realmente quieren solucionar el problema ¿Por qué no se expropian o confiscan por un tiempo esos dos millones de viviendas vacías, mientras se implementa un verdadero plan nacional de viviendas al servicio del pueblo trabajador? 

Y tercero, porque la Revolución Rusa nos permite reafirmar la conclusión que ya habían sacado Marx y Engels: el problema de la tierra y de la vivienda de la población trabajadora sólo puede ser resuelto en forma seria si somos nosotros los que gobernamos. Somos los únicos que podemos pensar un plan que lo resuelva de raíz, como parte de la construcción de una nueva sociedad. Una sociedad que no se base en la propiedad privada fruto del robo del trabajo ajeno, sino en las necesidades de la mayoría. Esto es los que llamamos el socialismo y por lo cual nos organizamos y luchamos cada día.

 

Notas

 1F. Engels (1873), Contribución al problema de la vivienda.

2 Decretos de la revolución rusa: “Sobre la Tierra” (8/11/1917); “Sobre la socialización de la tierra” (del 19/2/1918); “Sobre la cancelación del derecho de propiedad privada inmobiliaria en las ciudades” (del 20/8/1918)