Que paguen todos los responsables

En los próximos días se cumplirá el décimo aniversario del incendio que causó 194 muertes en el boliche República Cromañón el 30 de diciembre del 2004. Para los miles de jóvenes que estaban esa noche ahí, los materiales inflamables, las bengalas, la superpoblación del lugar y la salida de emergencia cerrada con candado significaron una sentencia de muerte indignante. Desencadenando la movilización popular que, a lo largo de los años fue lo único que logro la prisión de algunos responsables, y la destitución del entonces Jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, dos años más tarde de la tragedia. Sin embargo, la justicia fue oscilando entre la excarcelación y la revisión de fallos, terminando por efectivizar la pena de 10 años a Omar Chabán, gerente del local, junto a otros funcionarios de tercera, en octubre de este año, 9 años y 10 meses después de Cromañón, un mes antes de la muerte del empresario.

 

Todo sigue igual

A diez años de la tragedia, una especie de ironía retorcida hace que todo en el ex boliche de Mitre al 3000 siga igual. Las zapatillas, banderas, entradas, mochilas, documentos de identidad, las marcas de manos ennegrecidas contra las paredes, recuerdos de los 3500 jóvenes (en un local con capacidad para 1031 personas), están ahí todavía, en el piso, esperando. Pero afuera la cosa no cambia mucho, la cárcel solo para algunos, desvió a la fuerte movilización de golpear contra los verdaderos responsables políticos. Mientras muchos compañeros se debaten sobre si los músicos, los jóvenes o los padres son los responsables de la tragedia, la realidad es que Cromañón estaba “clausurado” desde 1997 y no era la primera vez que se incendiaba. De conjunto, la industria del entretenimiento nocturno, los gerentes y empresarios dueños de los locales, la justicia, los gobiernos de nación y ciudad persiguen los mismos intereses, llenarse de plata a como dé lugar, incluso poniendo nuestras vidas en juego.

 

¿A una década ganada?

Pensemos por un momento en la cantidad de Cromañones que hay hoy en la Argentina de la “década ganada”. Las numerosas tragedias evitables que sufrimos los trabajadores, los jóvenes y las mujeres. Las inundaciones como la de La Plata que se llevan vidas por falta de obras. Los casos como el de Once, donde el lucro de los empresarios y el saqueo de nuestros trenes tuvo el peor resultado. Para los jóvenes que buscamos divertirnos luego del trabajo o el estudio también nos esperan tragedias anunciadas. Los locales de todos los tipos y tamaños sin salidas de emergencia, controlados por nadie, abarrotados por las ansias de vender, vender y vender entradas, donde echan raíces el narcotráfico y las redes de trata, que con la complicidad de la policía se extendieron como nunca durante los últimos diez años. Basta con solo salir un fin de semana para ver esta realidad. Estamos expuestos a la inseguridad de que una patota, o los propios patovicas, nos maten a la vista de la policía. A la inseguridad para las chicas jóvenes de ir a un boliche sin saber si las van a tratar de violar como ocurrió hace unos meses en Congreso. Son problemas que sólo podremos resolver cuando nuestras vidas dejen de depender de la ganancia de algunos empresarios y gobernantes inescrupulosos. Cromañón es la muestra de que sólo con la movilización podremos hacer pagar a los responsables.
Luego de once años de gobierno K, las perspectivas para los jóvenes están cerradas a la precarización laboral y el desempleo que golpea al 40%. A eso se suma la desinversión en materia de salud y educación. Un joven que trabaja de forma precarizada, en negro, no puede acceder a una obra social y tiene que esperar meses para poder ver a un médico en un hospital público. Ni hablar de la educación pública, donde hoy en día, en el marco de la crisis económica mundial que golpea la Argentina, la deserción estudiantil subió como nunca a raíz de la falta de becas, edificios, subsidios y planes de apoyo para los hijos de los trabajadores. Hoy no podemos estudiar, trabajar en condiciones dignas ni salir un fin de semana sin estar totalmente expuestos. A final de cuentas, los miles que no estudian ni trabajan a causa de la falta de oportunidades ya no son ninguna novedad. Irónicamente, mientras nosotros vivimos esta realidad, Aníbal Ibarra (que era Jefe de Gobierno de la Ciudad cuando se incendió Cromañón y es actual legislador) se plantea públicamente su candidatura para Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en el 2015, en una lista colectora del gobierno kirchnerista, cuya militancia se embanderó con la denuncia a Chabán por varios años.

 

Cárcel a todos los culpables

Estas problemáticas tienen la misma raíz, las decisiones políticas de un Gobierno de favorecer a otros sectores, por eso el presupuesto destinado a los buitres supera la suma de los presupuestos de salud y educación juntos. Así se adelantan los pagos de bonos Boden 2015 para los acreedores, pero no se adelanta el presupuesto, muy mísero, para la ley de violencia de género y el combate contra la trata. La única forma de enfrentar esta situación, la única forma de conseguir justicia y encarcelar a todos los responsables, empezando por Ibarra, la única forma de evitar futuros Cromañones y asegurar mínimamente nuestro futuro es torcer el brazo a nuestro favor, con la movilización, organizados de la mano de trabajadores y estudiantes. Porque mientras cada marcha unitaria acerca más y más a los responsables a la cárcel, hay que pelear para que cada peso no vaya en subsidio a las empresas, en materia de deuda externa y en acuerdos con las multinacionales, que sea un peso más que vaya para paliar toda esta precariedad generalizada a la que se nos expone. Lo ocurrido el 30 de diciembre del 2004 es una muestra de cómo lo último que importa es la seguridad de los jóvenes. Por Cromañón pasaron inspectores, policías, funcionarios, gobiernos, y sin embargo todo acabó con 194 muertes. En última instancia, a solo tres años del 2001, Cromañón fue un doloroso recordatorio para la juventud, de todo lo que el Argentinazo no pudo barrer.

 

10 de diciembre de 2014