Durante la pandemia, el Gobierno congeló las actividades sindicales: ni asambleas, ni plenarios de delegados, ni elecciones de gremios ni comisiones internas. Eso, en acuerdo con los dirigentes traidores, le sirvió para hacer pasar toda su política antiobrera en la “fase empresarial”: flexibilizaciones, ayuda a las empresas y rebaja salarial (hasta congelamiento en algunos casos), el salvataje a las empresas a costa de los trabajadores.
Es necesario analizar cómo el régimen sindical argentino está sometido completamente al Estado capitalista, al servicio de atar a la clase trabajadora ante las necesidades y la ganancia patronal.
Lo que ocurre
Ahora se reabrió la actividad. Hay elecciones en todos los gremios. Luego se elegirán Comisiones Internas en las empresas (algunas ya están sucediendo).
En general, han predominado las “listas únicas”. En algunos casos se presentan listas de oposición (más que otras ocasiones). Por ejemplo, en UOM Avellaneda hay dos listas por primera vez en décadas.
Es excepcional el hecho de listas opositoras independientes de la burocracia tradicional. Está el caso de la Carne, con la Lista Roja que sacó el 42% de los votos (ganando en importantes frigoríficos como Rioplatense o Penta). Y ocurrirá en SUTEBA, el gremio docente de la provincia de Buenos Aires.
Las posibilidades del activismo luchador e independiente de aprovechar esos procesos electorales son mínimas. Nuevamente, la razón es la legislación laboral y las trabas de los Estatutos gremiales antidemocráticos, avalados por el Ministerio.
Las Comisiones Internas
Éstas y los Cuerpos de Delegados son conquistas de la clase obrera, muy raras en otros países. Son elegidas por todos los trabajadores de cada empresa (afiliados o no), y están pegadas a las bases. Por más vendido que sea un delegado, tiene que verle la cara todos los días a los obreros y obreras.
La existencia de Comisiones Internas es una piedra en el zapato de las patronales y de las propias conducciones. Muchos delegados son patronales, pero aún así, es el organismo sindical más genuino y poderoso, el germen de un relativo control obrero de las fábricas. Cuando la patronal y los supervisores aprietan, cada obrero mira al delegado para ver qué hacer. Eso solo ya es un problema para la patronal.
Por eso, gobiernos y burocracia han intentado liquidarlas, y permanente toman medidas para limitar sus atribuciones. Pese a sus limitaciones, tenemos que defender el derecho a elegir delegados e Internas. Y aprovechar toda ocasión de presentar alternativas independientes de la patronal y la burocracia.
¿Qué organizaciones obreras necesitamos?
El régimen sindical, herencia de Perón, está atado por su dependencia del Estado y sus instituciones. La Ley de Asociaciones Profesionales, el arbitraje del Ministerio (las “conciliaciones obligatorias” que sirven a la patronal para frenar las luchas cuando vienen fuertes), la tutela de todas las actividades, las leyes gremiales y Estatutos antidemocráticos, incluso el cobro patronal de la cuota sindical, sirven para el control de la organización obrera, para impedirle que desarrolle su potencia y profundice su programa.
En los inicios del sindicalismo, muchos estatutos gremiales definían como objetivos un nuevo orden social sin explotación, el fin de la propiedad privada capitalista, la independencia de la clase obrera. Eso se terminó con la “institucionalización” y regimentación peronista de los gremios. Los sindicatos dejaron de cuestionar la propiedad privada capitalista, origen de la explotación, para limitarse a reclamar mejoras dentro del marco del sistema capitalista. Es decir, se consolidaron como defensores de la propiedad privada. Esa es la esencia de los sindicatos actuales.
Es importante luchar por cambiar las Comisiones Internas, y las direcciones de los sindicatos, reemplazando los dirigentes vendidos por nuevos compañeros. Y es importante también imponer funcionamientos democráticos, con asambleas y cuerpos de delegados con mandatos que tomen todas las decisiones. Son pasos adelante.
Pero eso no alcanza. Ni mucho menos. Necesitamos sindicatos y organizaciones obreras totalmente independientes del Estado y los gobiernos. Necesitamos terminar con toda legislación que someta la actividad sindical: ¡Los trabajadores nos tenemos que organizar como decidimos, democráticamente, sin ninguna atadura estatal! ¡Fuera las manos del Estado de las organizaciones obreras! ¡Por la completa independencia de nuestras organizaciones de las instituciones estatales!
Más aún: necesitamos organizaciones obreras mucho más flexibles, que superen constantemente los marcos estatutarios y orgánicos. Necesitamos formar Comités de Fábrica en cada empresa, que superen a las actuales Comisiones Internas, involucren a los tercerizados, precarios y eventuales, más allá del gremio al que pertenezcan, combinándolo con representantes por sección, incluso por vivienda donde hay campamentos obreros. Necesitamos desarrollar comités de lucha conjuntos de obreros y barrios alrededor de cada fábrica. Comisiones de familiares de los obreros no solo en cada lucha, sino permanentes.
Necesitamos luchar por coordinadoras de empresas y establecimientos privados y estatales por barrio, por zona, junto a las organizaciones barriales y de desocupados, estudiantiles, de defensa de los derechos de la mujer, contra la inseguridad, en todos lados.
Y acostumbrarnos a debatir no solo las cuestiones “gremiales”, sino todos los problemas: desde las necesidades de la zona, hasta los problemas políticos nacionales e internacionales, porque todo nos afecta e interesa.
En definitiva, necesitamos revolucionar, cambiar completamente nuestras organizaciones obreras, y ponerlas al servicio de las necesidades no solo inmediatas, sino a largo plazo de la clase trabajadora. Al servicio de un cambio completo de las condiciones de vida. Esta es la base para construir una nueva dirección del movimiento obrero, realmente democrática, antiburocrática e independiente del Estado y las patronales, que retome las mejores experiencias y tradiciones de nuestra clase. Al servicio de la lucha por un gobierno de los trabajadores y el socialismo.
¿Existen “sindicatos recuperados”?
Por todo esto, nos negamos a definir como “recuperados” los sindicatos dirigidos por la izquierda. Es un paso adelante sacarnos de encima a los dirigentes tradicionales. Pero con el régimen sindical argentino, se rigen por estatutos burocráticos, y con todas las trabas. Los sindicatos siguen siendo burocráticos los dirija quien los dirija. Solo pueden cambiar su carácter, al servicio de las necesidades obreras, en la medida en que luchen contra toda injerencia estatal, y por el poder para la clase obrera. Y para eso, deberían romper los estrechos marcos de los estatutos y formas sindicales tradicionales. Esta polémica es fundamental para toda la izquierda de nuestro país, y tenemos que desarrollarla.