Durante toda la campaña electoral se habló mucho de la Reforma Laboral. Tanto Javier Milei como Sergio Massa se mostraron a favor de “modernizar las condiciones laborales”. Esas palabras ya las conocemos muy bien. Son las mismas que utilizan los empresarios para quejarse de los “altos costos” que les significamos los trabajadores, en materia de aportes, impuestos, indemnizaciones, juicios, etc.
Milei, que quería recortar indemnizaciones, hablaba en contra del artículo 14 bis de la Constitución que garantiza derechos como las vacaciones o la jornada laboral. Ahora se desconoce a sí mismo.
A Massa le ocurre algo similar. Después de haber prometido Reforma Laboral a todos sus aliados empresarios, ahora sale a negar frente a la CGT que atacará las condiciones laborales.
¿Dónde está el truco?
Daniel Funes de Rioja, titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), afirmó en repetidas ocasiones que “no irán contra ningún derecho adquirido”. Con esto quieren decir que solamente cambiarán las condiciones laborales de los “nuevos” trabajadores. Por supuesto que esto se hace bajo la excusa de disminuir el trabajo precario.
El planteo hacia los trabajadores de las aplicaciones de “delivery” es un claro ejemplo. En vez de impulsar y otorgarles los mismos derechos de los que gozan los trabajadores formales, como vacaciones o aguinaldo, se busca “legalizar” su situación de informalidad. Esto acompañado de algunos adornos como la posibilidad de acceder a un seguro, o tener estaciones de descanso.
Otro planteo de Massa tiene que ver con convertir los planes sociales en trabajo, algo poco claro. Hace unos meses está la iniciativa de incorporar a estos trabajadores informales y/o desocupados al sector privado pero pagándoles una parte del sueldo igual a lo que percibían de subsidio. O sea le regalaría a las empresas trabajadores baratos de los que cubrirían solo una parte del sueldo.
En criollo, en vez de sacar a los trabajadores informales de su situación de informalidad, lo que quieren es convertir esas condiciones laborales en la regla. Si las empresas consiguen nuevos trabajadores más “baratos” y “descartables”, ¿qué les impediría deshacerse de los más “viejos” cuando la situación se los permitiera?
En donde la relación de fuerzas les es favorable, han avanzado mucho más. En Toyota han modificado la jornada laboral incorporando los sábados. Y eso se ha logrado con el aval del Sindicato, dirigido por el peronismo. El mismo Massa ha visitado y recorrido la planta, dando aval de manera indirecta.
Milei es mucho más directo. Sus propuestas incluyen eliminar las indemnizaciones y sustituirlas por un sistema de seguro de desempleo, entre otros cambios. Ni hablar de lo que la dolarización produciría en los salarios pulverizándolos.
La reducción de la jornada laboral
Uno de los “caballitos de batalla” de Massa tiene que ver con los diferentes proyectos de ley que proponen reducir la jornada laboral. En realidad, en un acto reciente con la CGT, declaró que en la práctica se debería avanzar en eso no mediante una ley, sino discutiendo convenio a convenio. Con esto, la reducción de la jornada probablemente quede atada a acuerdos para aumentar la productividad. He aquí la primera trampa. Desde la pandemia la industria aumentó la producción en gran medida, y con ella, las ganancias empresariales.
La segunda trampa tiene que ver con los salarios. Muchos empresarios han manifestado que para cumplir con esto, se deberían reducir los salarios. Pero la realidad es que los salarios ya han sido reducidos por la inflación, mientras las empresas siguen ganando con sus precios ya dolarizados.
Pero la trampa principal es que la mayoría de los empresarios ya han manifestado que no reducirán la jornada laboral. Habrá que obligarlos ¿Estará Massa dispuesto a llegar a eso? ¿O repetirá el ejemplo de Alberto Fernández que se rindió ante la cerealera Vicentín?
Si accediéramos a la contabilidad de las empresas, veríamos que la plata alcanzaría no solamente para reducir la jornada sin reducir los salarios. Sino también para repartir las horas de trabajo entre los ocupados y desocupados, con salarios que cubran la canasta familiar.
Pero en nuestro país, aunque la tecnología permitiría hoy una reducción efectiva de la jornada laboral, cada vez más trabajadores trabajan 10 o 12 horas para cubrir las necesidades de sus familias. Las ocho horas de trabajo, que costaron la vida de muchos luchadores como los Mártires de Chicago, están quedando en el pasado.
Enfrentemos la Reforma Laboral
No podemos dejar pasar este ataque a nuestras condiciones de trabajo. Gane quien gane, la Reforma Laboral está en el horizonte. Las patronales y sus políticos serviles discuten si se hace con una zanahoria de señuelo o se usa directamente el garrote.
La lucha de los trabajadores de la colchonera BedTime demuestra que, donde hay una dirección que sale a pelear, los trabajadores se plantan. Pero luchar en el marco de alguna o unas pocas fábricas no alcanza si el enemigo que enfrentamos es el Gobierno burgués y al conjunto de la patronal. Necesitamos imponer a los dirigentes sindicales traidores que se muevan para enfrentar estos planes. Y sobre todo, necesitamos formar nuevos dirigentes, que se pongan a la cabeza de esta lucha.