El último Encuentro Nacional de Mujeres tuvo varios datos históricos, uno importante fue la participación de más de 65.000 mujeres, pero quizá el más llamativo fue que por primera vez en 30 años la policía reprimió a un sector de la marcha que pasaba por la catedral marplatense. La utilización de gases lacrimógenos, balas de goma y la “detención” en la misma iglesia de algunas compañeras es repudiable y debe ser denunciado con firmeza.
Responsabilizamos a los dos candidatos a presidente, Scioli a través del intendente Pulti de Mar del Plata, aliado del Frente para la Victoria en las últimas elecciones, de la policía bonaerense y la policía local y Macri, a cuyas filas pertenece el dirigente neonazi Carlos Pampillón, acusado de provocar los disturbios y de alentar la represión en las escalinatas de la catedral, acaudillando a católicos de ultraderecha.
Fue una demostración de que ambos representan los mismos intereses y que no dudaron en reprimir, lastimar y encarcelar a mujeres que gritaban ¡Ni una menos! con el argumento de “defender” el edificio de la iglesia.
Este hecho repudiable y, que quienes dicen estar contra la derecha deberían condenar, nos colocó igualmente ante una discusión con parte de la vanguardia femenina que participa de los ENM. Desde varios sectores de militancia feminista se agita la idea de hacer acciones “atrevidas”, de mostrar con unas pocas lo que creen que deberían hacer todas las mujeres. A esas compañeras queremos decirles, que no compartimos sus métodos de lucha y que de manera fraternal queremos debatir para poder pelear de manera unificada por nuestras reivindicaciones.
Desde Lucha Mujer fuimos al ENM a hablar con miles de trabajadoras para decirles que es necesario llevar nuestros reclamos a los lugares de trabajo, que para lograr un triunfo necesitamos la fuerza común de la clase trabajadora toda. Pero primero, debemos involucrar en la lucha al resto de nuestras compañeras, esas que todavía no se animan a salir a pelear. Para eso, acciones de unas pocas y que nada tienen que ver con la cotidianidad de las más explotadas, no ayudan, por el contrario, las alejan aún más. La potencia de nuestros reclamos y su posibilidad de triunfo se dará por la masividad en la lucha y no por la audacia de unas pocas.