SOBRE EL “IMPUESTO A LA RIQUEZA”

El Gobierno anunció con bombos y platillos un impuesto que obligaría a los más ricos a ser “solidarios” ante la crisis. Es un engaño con finalidad electoralista, que no arregla nada, e intenta disimular el ajuste que está imponiendo al conjunto de la población, por orden del FMI.

No es un impuesto, es un monto por única vez. No es a todos los ricos, porque las empresas no son alcanzadas por la ley, solo las personas. Es decir, las grandes empresas multinacionales, así como los bancos, financieras, fugadores de dólares, empresas de servicios multimillonarias, no pondrán un centavo.

Es solo una pequeñísima parte de las fortunas. Quienes tienen más de 200 millones de pesos pagarían el 2% y hasta el 3,5% quienes tienen más de 3.000 millones de pesos. Es decir, los más ricos ni notarán la diferencia en sus fortunas. La recaudación será como máximo 2.000 millones de dólares, una cifra insignificante ante la crisis social que vivimos.

¿Irá a los más necesitados? No. La mayoría beneficiará a las grandes petroleras (el Estado explorará para ellas), empresas PyMES y a empresas de la construcción. Una parte irá a la compra de insumos sanitarios (incluyendo la vacuna del COVID-19), y solo un 20% para planes Progresar (para los más pobres).

Es decir, “saca” una porción ínfima de sus riquezas a parte de los ricos para beneficiar otros sectores patronales.

La “grieta” de los poderosos

Juntos por el Cambio y la derecha política quieren marcarle la cancha al Gobierno, mostrando que no están dispuestos a ceder nada. Y Fernández intenta mostrarse como Robin Hood, que le quita a los ricos para darle a los pobres.

Es una pelea de circo, una farsa. Ninguno está dispuesto a tocar en serio los intereses de los capitalistas. Y ninguno está dispuesto a sacarnos de la miseria y la desesperación. El circo es el Parlamento, esa cueva de ladrones y corruptos que vota unánimemente el presupuesto y el ajuste del FMI.

El impuesto a la riqueza es parte de un plan

El Gobierno está utilizando este impuesto para ocultar un ajuste enorme. El mismo día del tratamiento de esta ley, aprobó el Presupuesto 2021, con una rebaja del gasto social del 9,5% (ver página ….).

Pone un impuesto por única vez a los más ricos. Pero a los jubilados les rebaja la fórmula de aumento, permitió la rebaja salarial para millones de trabajadores, recorta los presupuestos de salud y educación. Es decir, les saca 2% a ellos una vez, mientras perdemos este año y para siempre más del 20% de nuestros ingresos, ante una inflación descontrolada. Les saca el 2% por única vez, mientras nos saca cada día mediante el IVA un 21% sobre todo lo que consumimos como necesidades básicas de alimento, vestido, vivienda, salud, educación. Y nos roba mediante el Impuesto a las Ganancias que se sigue cobrando a millones de trabajadores. Nos saca a los pobres para darles a los ricos.

Tanto el Gobierno como la oposición, más allá de las divergencias frente a esta ley, están de acuerdo con este plan de conjunto, que significa hacer pagar la crisis a los trabajadores y el pueblo pobre.

Es equivocado considerar el falso “Impuesto a la Riqueza” en sí mismo, desligado del conjunto del plan económico que está llevando adelante el Gobierno de acuerdo a los dictados del FMI. Es parte del mismo proyecto.

Votar a favor de este proyecto, por lo tanto, significa avalar todo el plan del Gobierno. Esa es la cuestión fundamental que está en debate hoy en la sociedad y votaron los Diputados

Nuestra propuesta

Para superar la crisis actual y el desastre que se viene, necesitamos expulsar del país al FMI y dejar de pagar la Deuda fraudulenta, junto a una serie de medidas de fondo como la expropiación de todas las empresas multinacionales y nacionales que controlan las palancas fundamentales de la economía (banca, energía, transporte, gran industria, salud, alimentación y agro, entre otras) para ponerlas a producir al servicio de las necesidades de las mayorías.

Como parte de eso, es necesaria una reforma impositiva. Que elimine el IVA y todos los impuestos al consumo popular, con exenciones impositivas a la construcción de la vivienda propia y cualquier emprendimiento de los trabajadores y el pueblo. Con rebajas impositivas a los verdaderos  pequeños comerciantes, talleristas y la clase media.

Y con impuestos progresivos, crecientes, a las grandes empresas y  fortunas que vayan modificando la matriz impositiva, para que todo lo que necesita financiar el Estado para las necesidades populares salga del bolsillo de multinacionales y grandes capitalistas nacionales.

Este cambio no será realizado por el actual Gobierno ni ninguno patronal. Solo un gobierno de los trabajadores y el pueblo pobre es capaz de hacerlo. Y no será este Parlamento corrupto quien lo votará, por más que haya muchos diputados de izquierda. Solo será impuesto por la lucha obrera y popular, por un nuevo argentinazo que cambie el poder de manos de los grandes empresarios a las de los trabajadores.

EL FIT, SU PROYECTO Y SU ABSTENCIÓN

Los diputados del FIT se abstuvieron y reivindicaron su propio proyecto. No coincidimos con su proyecto, viciado de respeto por los marcos parlamentarios y opuesto a lo que deberían proponer diputados que se presentan como socialistas revolucionarios.

En primer lugar, al igual que el del Gobierno, se trata de un aporte por única vez. No un impuesto permanente, progresivo y creciente, como los revolucionarios proponen en relación a las grandes fortunas y  empresas.

Ese proyecto sería más abultado que el del Gobierno, y afectaría a más sectores patronales. En lugar de 2 a 3,5%, sería 5 al 15%. En lugar de personas físicas, serían personas y empresas. En lugar de recaudar 2.000 millones de dólares, serían 6 ó 7 veces más. Y sería mejor distribuido, dirigido a sectores populares.

Un gravamen así podría ser asimilado sin mayor problema por la clase capitalista multinacional y nacional. Se trata de un proyecto de redistribución de la riqueza en los marcos del capitalismo, algo más radical que el del gobierno.

No se trata de un proyecto transicional, incompatible con la gran propiedad privada capitalista. No se trata de un proyecto insoportable para la burguesía, que solo podría cumplirse sacándolos del poder para que gobierne la clase obrera.

Por eso, no dice una palabra sobre el papel del Parlamento, incapaz por definición de votar un proyecto anticapitalista. No muestra odio al Congreso burgués.

Por último, la abstención es un error. Había que votar en contra, decir con todas las letras que no se vota ninguna medida de este Gobierno que ajusta y le saca a los pobres para pagarle al FMI. Y había que repudiar al Parlamento y sus peleas de circo entre capitalistas que deciden sobre la miseria popular.

Claro que ese voto contrario sería igualado con el de la derecha. Pero eso ocurrió igual. Y abstención en este caso es una posición centrista. Hay que tener el coraje revolucionario de enfrentar con claridad la política del Gobierno, sin temer el ataque de sus periodistas a sueldo. Sin preocuparse por no quedar mal colocados para las elecciones próximas, sino confiando que los trabajadores irán mutando su decepción actual en bronca, rechazo y ruptura con este gobierno.