En los últimos días, la principal noticia política en la prensa mundial ha sido el anuncio de la reanudación de las relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba, acordada por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro, cuya ruptura se había producido a inicios de la década de 1960.
Raúl Castro reclamó también el fin del bloqueo comercial y de inversiones impuesto por EEUU, desde ese mismo año, y Obama se comprometió a presentar el pedido de revocación de esa ley en el Congreso.
Existe casi unanimidad mundial de apoyo a esa medida. Los principales gobiernos imperialistas la apoyaron, incluyendo la Unión Europea. En la reunión del Mercosur,por ejemplo, todos los gobiernos que se dicen más “a la izquierda”, como Dilma Rousseff (Brasil), José Mujica (Uruguay), Nicolás Maduro (Venezuela) y Cristina Kirchner (Argentina), y aquellos que se ubican más a la derecha, como Juan Manuel Santos (Colombia) apoyaron con entusiasmo la medida. Maduro elogíó a Obama por su “coraje”. Cristina Kirchner elogió la “dignidad del pueblo cubano que supo defender sus ideales, a pesar de las décadas de embargo económico, impuesto por los Estados Unidos. Dilma Rouseff dijo: “Nosotros, los luchadores sociales imaginábamos que jamás veríamos este momento”.
El papel del Papa Francisco en este acuerdo fue ampliamente difundido por la prensa y reconocido por Obama y Castro. No se trata de una relación reciente entre el gobierno cubano y el Vaticano y Cuba ya que comenzaron a partir de 1990, con Juan Paulo II, y se profundizaron con Bento XVI, culminando con el Papa Francisco como gran articulador de este acuerdo.
En realidad, estos son gobiernos burgueses que siguen disfrazándose de “luchadores sociales” para implementar planos económicos neoliberales. Esa unanimidad casi total, se extiende a gran parte de la izquierda. Numerosas corrientes señalan que este hecho represente “un triunfo de Cuba” (país al que consideran el “último bastión del socialismo”) que habría logrado finalmente “doblegar al imperio del Norte”. El Partido Obrero de Argentina afirma que esta “victoria” es el producto de décadas de lucha contra el bloqueo. El “Nuevo MAS” de ese país celebra el acuerdo, a pesar de decir que viene “con una trampa”.
Discordamos con este análisis. Para nosotros, lo ocurrido en estos días tiene una explicación totalmente diferente: significa esencialmente el predominio, dentro de los diferentes sectores del imperialismo estadounidense, de aquellos que no quieren perder las excelentes oportunidades de negocios que ofrece Cuba después de la restauración del capitalismo en la isla por sobre los sectores más ligados a la burguesía cubana anticastrista de Miami.
Antes de fundamentar nuestra posición, consideramos necesario señalar que defendemos el derecho de Cuba, como estado soberano, a mantener relaciones diplomáticas y comerciales con todos los países del mundo. De la misma manera, siempre defendimos el fin del bloqueo comercial de Estados Unidos a Cuba. No es este el punto que estamos discutiendo sino el contenido real del acuerdo reciente.
Los orígenes de la ruptura y el embargo
En 1959, el Ejército Guerrillero del Movimiento 26 de Julio, encabezado por Fidel Castro, derroca al presidente Fulgencio Batista y asume el poder en Cuba. Este movimiento tenía un programa democrático, en el marco del sistema capitalista.
Pero, en la medida que comienza a aplicar algunas medidas contra la burguesía cubana (como la reforma agraria) y otras que afectaban a empresas estadounidenses, los gobiernos de EEUU, primero bajo el presidente Dwight D. Eisenhower y luego con John F. Kennedy, comienzan a tener una política cada vez agresiva contra Cuba y a intentar derrocar al gobierno de Fidel Castro. Entre sus acciones, podemos mencionar al derrotado intento de invasión de Bahía de los Cochinos (abril de 1961).
En respuesta a estas agresiones, el gobierno castrista comienza un proceso de expropiación de las empresas imperialistas y de la burguesía cubana (que huye masivamente a Miami).
Cuba se transforma así en el primer estado obrero de Latinoamérica en el propio “patio trasero” del imperialismo estadounidense. Como resultado de esto (y de la aplicación de la economía planificada) no sólo deja de ser una semicolonia sino que el pueblo cubano logra conquistas importantísimas como la eliminación del hambre y la miseria, y avances muy grandes en el terreno de la salud y la educación. Es entonces, en 1962, que el gobierno de EEUU rompe relaciones diplomáticas y decreta un embargo comercial y de inversiones hacia Cuba.
Es necesario decir que la dirección cubana construyó un estado burocrático, sin democracia real para los trabajadores y las masas, según el modelo estalinista. Los trabajadores cubanos jamás gobernaron Cuba.
Además, la dirección castrista se mantuvo dentro del criterio del socialismo “en un solo país”, propuesto por el estalinismo desde la segunda mitad de la década de 1920, en contra de la revolución socialista internacional propuesta por el marxismo desde e sigo XIX. Un modelo que terminó fracasando, y tal como lo anticipara León Trotsky, condujo a la restauración capitalista en la URSS, Europa del Este, China y Cuba.
En la estructura económica de Cuba, pasó a tener una importancia central las relaciones comerciales con la URSS que proveía petróleo barato y tecnología, y le compraba la producción azucarera, rama que se mantuvo como el eje de la economía cubana.
En su política internacional, luego de un primer amago de extender la revolución por la vía de impulsar movimiento guerrilleros, se alineó de llenó con la política exterior de la URSS. Por eso, jugó un papel muy negativo al frenar el posible avance hacia la construcción de nuevos estados obreros en procesos similares al cubano, como ocurrió en Nicaragua, en 1979, luego que el FSLN tomara el poder y Fidel Castro . Contribuyó así a fortalecer su aislamiento dentro del continente americano.
La restauración capitalista ya se produjo también en Cuba
La restauración del capitalismo y la caída de la URSS (a finales de los años 80 e inicios de los 90) significaron un duro golpe para la economía cubana y se abrió el llamado “período especial”, lleno de privaciones para las masas. Es entonces cuando la dirección castrista define avanzar en la restauración del capitalismo en el país.
La definición del actual carácter de clase del estado cubano ha sido objeto de duras polémicas en el seno de la izquierda en las últimas dos décadas. Para la corriente castro-chavista, Cuba sigue siendo el “último bastión del socialismo”. Otras corrientes, incluyendo muchas provenientes del trotskismo, analizan que hay un proceso restauracionista en curso, y se oponen a él, pero que todavía no ha dado un “salto cualitativo” y, por ello, Cuba continúa siendo un “estado obrero burocartizado”.
Para la LIT-CI y algunas otras pocas corrientes, la restauración capitalista ya se produjo y fue realizada por la propia dirección de los hermanos Castro. Los hitos principales de la restauración fueron:
– La Ley de Inversiones Extranjeras de 1995 que creó las «empresas mixtas», administradas por el capital extranjero. Las inversiones se dirigieron especialmente al turismo y ramas relacionados pero luego se ampliaron a otros sectores, productos farmacéuticos y, posteriormente, al petróleo.
– Se eliminó el monopolio del comercio exterior por parte del Estado ejercido, hasta entonces, por el Ministerio de Comercio Exterior: tanto las empresas estatales como las mixtas pueden negociar libremente sus exportaciones e importaciones.
– El dólar se transformó, de hecho, en la moneda efectiva de Cuba, coexistiendo con dos monedas nacionales: una «convertible» en dólares y otra «no convertible».
– Se privatizó, de hecho, la producción y comercialización de caña de azúcar, a través de las «unidades básicas de producción cooperativa» (80% del área cultivada). Sus miembros no tienen la propiedad jurídica de la tierra pero se reparten las ganancias obtenidas. En 1994, comenzaron a funcionar los «mercados agropecuarios libres» cuyos precios se determinan en el mercado.
A partir de estas medidas, la economía cubana dejó de funcionar alrededor de la planificación económica estatal y pasó a funcionar, aunque de modo distorsionado, alrededor de las leyes de la ganancia y del mercado.
Cuba dejó de ser un estado obrero y pasó a ser un país capitalista en rápido proceso de semicolonización. Existen numerosas empresas extranjeras funcionando en el país, especialmente españolas italianas y canadienses, controlando sectores muy importantes de la economía.
En este marco, la cúpula castrista se ha ido transformado en socia de los capitales extranjeros, garantizándoles sus negocios y, a la vez, enriqueciéndose con ellos a través de las empresas estatales y su participación en las empresas mixtas.
La reciente Ley de Inversiones Extranjeras lo confirma
La aprobación, este año, por parte Asamblea Nacional de Cuba de una legislación que libera el ingreso de capitales extranjeros y les da enormes facilidades impositivas y garantías legales confirma esta caracterización.
La ley presentada por el gobierno de Raúl Castro abre todos los sectores de la economía a la inversión extranjera, salvo salud, educación y prensa. Entre las ventajas ofrecidas por la nueva legislación, están las siguientes:
a) Se exime a las compañías extranjeras del impuesto sobre utilidades durante ocho años. Después comenzarán a pagar una tasa del 15 % pero serán liberadas de ese pago si reinvierten sus ganancias en la isla.
b) La ley garantiza “la plena protección y seguridad al inversionista, el cual no podrá ser expropiado, salvo por motivos de utilidad pública o interés social”. En este último caso, habrá una indemnización.
Es decir, se trata claramente de una legislación que sólo puede encuadrarse en un sistema capitalista. Junto, con esto, el gobierno de Raúl Castro está abriendo una enorme “zona franca” en el puerto de Mariel. Este puerto, financiado por el gobierno brasileño, es modernísimo y puede abrigar navíos de gran calado. Costó 1.000 millones de dólares y es parta de la apuesta cubana de ser parte de la ruta del comercio Asia-EEUU.
Al mismo tiempo, como la otra cara de este plan, se da un proceso de deterioro cada vez mayor de la conquistas de la revolución en temas claves como salud, educación, garantía de empleo, libreta de suministros, y el despido de cientos de miles de empleados estatales, condenados a apenas sobrevivir como cuentapropistas. Mientras tanto, los trabajadores ganan salarios medios de 18 dólares.
Un debate dentro de la burguesía imperialista
Desde la restauración del capitalismo en Cuba, se abrió un debate dentro de la burguesía imperialista estadounidense. Por un lado, estaba la burguesía gusana anticastrista residente en Miami, con fuertes lazos y peso dentro del Partido Republicano, que pretendía mantener el aislamiento de la isla hasta que cayese el régimen castrista y se les asegurase la devolución de las propiedades expropiadas por la revolución.
Por el otro, diversos sectores, mayormente ligados a los demócratas pero también con expresión dentro de los republicanos, veía como se desaprovechaban excelentes posibilidades de negocios en un país tan cercano geográficamente, en áreas como turismo, finanzas, producción agraria, venta de productos industriales, etc. Veían como esas oportunidades estaban siendo utilizadas por países europeos (especialmente España). De hecho, algunos ya “hacían trampa” a la legislación vigente en EEUU y realizaban inversiones “camuflados” detrás de empresas canadienses.
Ese debate hoy tiene una resolución y se abre el camino de la liberación de las inversiones y el comercio. Incluso, es posible que Obama haya hecho un acuerdo con sectores de peso de esa burguesía anticastrista.
El propio Obama se comprometió a presentar al Congreso el pedido de derogación de la ley del bloqueo. Y, como muestra de que va a contar con el apoyo de un ala de la oposición, Marco Rubio, senador republicano por Florida, de origen cubano, explicó que el acuerdo incluye la normalización de los vínculos bancarios y comerciales entre los dos países.
La insistencia de Raúl Castro en la fin del bloque no significa un “triunfo de Cuba socialista” sino, por el contrario, la búsqueda de una oleada de inversiones imperialistas estadounidenses que profundizarán aún más el proceso de semicolonización que vive el país desde que el capitalismo fue restaurado. Las medidas que ahora se anuncian son también parte de una integración colonial de Cuba en la “globalización”.
Las corrientes de izquierda que saludan estas medidas como “una victoria” están ayudando a disfrazar una política que tendrá severas consecuencias para el pueblo cubano. La LIT-CI no se suma a ese coro: opinamos que, lamentablemente, no fueron las décadas de lucha del pueblo cubano las que terminan con el bloqueo sino la restauración del capitalismo en Cuba. Este acuerdo beneficia al imperialismo y a la nueva burguesía cubana formada a partir del gobierno castrista.
En el marco de esta realidad, para la LITCI, lo que está planteado en Cuba es la necesidad de una nueva revolución social para reconstruir el estado obrero cubano y sus conquistas, y cambiar el régimen castrista por uno basado en la más amplia democracia obrera.
Llamamos a los trabajadores y el pueblo cubano a no engañarse con este acuerdo, y a resistir el actual curso de los Castro de dependencia creciente, y a rechazar la sumisión de Cuba con relación a EEUU. El derecho de Cuba a mantener relaciones diplomáticas con todos los países del mundo, no tiene un signo igual a someterse como el resto de los países semicoloniales.
Llamamos a los trabajadores de todo el mundo a defender a sus hermanos cubanos, que ganan salarios de miseria y ven amenazados sus empleos por los planes del imperialismo y del gobierno cubano.
Llamamos a todos los trabajadores y a la juventud a luchar contra la dictadura cubana que da toda la libertad a la burguesía internacional en la isla, pero no permite elecciones libres ni ninguna libertad sindical y partidaria.
Secretariado Internacional
San Pablo, 19/12/2014