e no haya relación alguna entre la más universal de las fechas obreras, como es el 1° de Mayo, y la fecha de la declaración de independencia argentina, el 9 de Julio.
De esta última se cumplen 200 años. En 1816, en Tucumán, representantes de la mayoría de las provincias que conformaban hasta ese momento el Virreinato del Río de la Plata decidieron, en medio de un clima político hostil a nivel mundial, que estas tierras serían una nueva nación, según sus propias palabras “libre de Fernando VII, sus sucesores y metrópoli, y de todo otro dominio extranjero”. Esa fecha parece hoy lejana, pero no tanto por el paso del tiempo, sino justamente por esas palabras “y de todo otro dominio extranjero”, palabras extrañas hoy, ante gobernantes que entregan el país tanto como pueden.
Esto fue posible, porque los sectores sociales que encabezaban la lucha por la independencia nada tenían que perder, en ese momento, rompieron sus lazos con la corona española. Lazos que, por otro lado, hundían en el atraso al país que peleaba por nacer.
Por otro lado, el 1° de Mayo es la conmemoración principal del movimiento obrero mundial, en recuerdo de cuatro dirigentes obreros de Chicago ejecutados por luchar por la jornada de 8 horas tras una causa armada por la justicia yanqui. Despues de un siglo de esos sucesos, la jornada de ocho horas, al igual que la independencia de 1816, es en la práctica una ficción, , ya que todos debemos hacer extras para intentar que el salario alcance. Eso sin tener en cuenta la desocupación, los vaivenes inflacionarios y los ritmos de producción cada vez más acelerados; entre otras formas de chuparle más la sangre a la clase obrera. Esa verdad es aún más cruda para los trabajadores que viven en países dominados por el imperialismo. Pero más allá de eso, el 1° de Mayo simboliza la permanente lucha de la clase trabajadora por sus derechos, frente a patronales cada vez más explotadoras. ¿Cuál es, entonces, la relación entre estas dos fechas para los trabajadores argentinos?
Argentina nuevamente dominada
Pocos años después de las cruentas guerras de independencia y civiles que dieron origen a este país tal como lo conocemos, su actividad económica principal del país pasó a ser el comercio con el capital extranjero, particularmente inglés, cambiando materia prima por productos manufacturados. Este comercio desigual retrasaba el desarrollo argentino y aceleraba la acumulación de capitales en las potencias, que con el tiempo se transformaron en los países imperialistas exportadores de capitales e inversiones de la actualidad. De esa manera, esos países pasaron de retrasar el desarrollo de países como el nuestro a través de relaciones económicas completamente desfavorables; a dominar la economía, y por ende la vida política, de estos países, aunque, formalmente seguían siendo independientes. El marxismo define a los países en esta situación como semicolonias. Situación que, en el caso argentino, no solo se extiende hasta nuestros días, sino que se profundiza.
Pero para que esto fuera posible, el imperialismo contó con la ayuda de los propietarios de la tierra y de la producción agropecuaria, principales beneficiarios del comercio con el capital extranjero, con el que extendieron su poder por todo el país. De este grupo de estancieros y terratenientes surgieron los actuales sectores empresariales del país, la llamada burguesía nacional; cuyo rol fue siempre el ser socia menor del imperialismo inglés primero, y yanqui después. El hecho de que entre esta burguesía nacional y los imperialismos haya habido algunas peleas no modifica su carácter congénitamente servil, porque es precisamente la dependencia de esos imperialismos la base de sus negocios, de su forma de vida. Es por eso que los proyectos “nacionalistas” de la burguesía -Yrigoyen, Perón, Kirchner- terminan fracasando: su grado de dependencia le impide ir hasta el final en su ruptura con el imperialismo.
Las dos cadenas de la clase obrera
El saqueo de nuestro país, a raíz de la entrega que realiza la burguesía, se agrava día a día, ya que el imperialismo necesita extraerle cada vez más ganancia a los recursos que extrae. Por eso el agronegocio y la megaminería destruyen el medio ambiente, por eso se destruyen la educación y la salud pública, por eso se paga la estafa de la deuda externa jamas investigada y por eso se pone a toda la industria el servicio de las especulaciones del capital extranjero.
Y todo este saqueo tiene su centro en la explotación cada vez mayor a la clase obrera, que no solo es explotada por el empresariado local, sino que este -como eje central de la entrega- permite que el imperialismo saque siempre la máxima ganancia al mínimo costo, haciendo que el salario del obrero argentino -junto a su nivel de vida, derechos y conquistas- estén desde hace décadas en caída permanente, al tiempo que se implementan mayores ritmos de producción, el subempleo y la desocupación crónica, etc.
Por esta situación, la clase obrera argentina recorrió el camino inverso a la burguesía: con el correr de los años, sus choques se fueron haciendo cada vez más duros y abiertos contra el imperialismo, ya que no puede pelear por la más mínima reivindicación sin ir a un choque directo con el dominio imperial. Así, siendo su lucha cotidiana la principal oposición al saqueo de los capitales extranjeros, la clase obrera queda como el único sector social capaz de encabezar una ruptura con el imperialismo, agrupando a su alrededor suyo a todos los sectores populares que vayan rompiendo con el capital extranjero y sus agentes nacionales.
Lograr la segunda independencia es un deber de los trabajadores
La burguesía nacional usa de vez en cuando a la lucha de la clase obrera y del pueblo trabajador para fortalecer sus posiciones en sus roces con el imperialismo, alentándolos en su lucha para luego volver a venderlos, ya que no solo sus roces con el imperialismo no pasan de ser incidentes aislados, sino que la lucha de la clase obrera atenta contra su razón de ser. De ese modo, la clase obrera tiene a la burguesía nacional como enemiga junto a su enemigo principal, el imperialismo.
Los agentes de la burguesía dentro del movimiento obrero, particularmente los jefes sindicales, son los que garantizan que este dominio político patronal sobre los trabajadores sea posible; su traición hace que la clase obrera le permita gobernar el país a quienes combate día a día.
Pero la lucha permanente de la clase obrera no cesa. Y, como vimos, esto le basta para agrupar en torno suyo a toda la resistencia al saqueo imperialista. Simplemente, es necesario que estas luchas vayan hasta el final, arrebatándole el control del país a una burguesía eternamente sumisa al capital extranjero; y tomando en sus manos el poder político, para gobernar la nación a través de sus propias organizaciones.
Pero para que esto sea posible, hay que empezar por sacar del movimiento obrero a los dirigentes al servicio del imperialismo, única forma de organizar las fuerzas obreras en torno a una nueva dirección política y sindical, que tenga un programa político de ruptura con el capitalismo y el imperialismo. Desde el PSTU nos ponemos al servicio de esa tarea, y te invitamos a ingresar a él, para encarar juntos esta batalla.