Un hito en la historia del movimiento obrero
Un 2 de diciembre de 1918, comenzaba el paro de los obreros metalúrgicos de los Talleres Vasena, reclamando medidas elementales en materia de salarios, horarios laborales y salubridad. Paro que iría creciendo hasta transformarse en la causa que detonó la mal llamada Semana Trágica de enero de 1919. Esta fue parte de un pico en la conflictividad obrera que se dio entre 1917 y 1922, producto del impacto de la Revolución Rusa de 1917, demostrando que la lucha de la clase trabajadora no reconoce fronteras. Paro que, pese al tiempo transcurrido, nos sigue dejando grandes lecciones.
Hasta la Primera Guerra Mundial, las industrias pesadas eran casi inexistentes en el país. El eje excluyente de la economía argentina era la producción y exportación de materias primas, y en el mejor de los casos, manufacturas de origen agropecuario. Las fábricas metalúrgicas eran poco más que talleres artesanales, excepto por la siderúrgica Talleres Metalúrgicos Pedro Vasena e Hijos.
Fundada por un inmigrante italiano, y vendida a capitales ingleses hacia 1916, la empresa de Pedro Vasena empleaba en sus diferentes plantas a más de 2500 operarios y operarias, estas últimas principalmente en los lavaderos de lana de oveja instalados en Barracas. Su área de negocios principal era la obra pública, fabricando por ejemplo las célebres columnas del Mercado de Abasto del barrio porteño de Once.
Pero como solía y suele suceder, esos negocios no significaban mejoras salariales ni laborales para los obreros: sus salarios eran incluso más bajos que otras empresas del ramo. El humo y el calor extremo eran constantes en las áreas de fundición, y las jornadas de trabajo rondaban entre las 11 y las 13 horas por días, sin horas extras. Para completarla, la empresa era fanáticamente enemiga de cualquier forma de sindicalismo.
Dos formas de tratar con la patronal
En esa época, el sindicalismo estaba dividido y polarizado en dos organizaciones. De un lado, estaba la Federación Obrera Regional Argentina – Quinto Congreso (FORA V), que era una organización político-sindical excluyentemente anarquista – solo pertenecían a ella obreros y obreras que comulgaran con su ideología- y estaba formada por luchadores tan heroicos como equivocados en cuanto a sus objetivos políticos. Por otro lado, estaba la otra FORA, surgida del Noveno Congreso (FORA IX), una organización sindical que abarcaba a diferentes tendencias políticas, estaba formada por los poderosos gremios del transporte, y fue pionera en la adaptación del sindicalismo al Estado, los ministerios y las oficinas, en base a tener buenas relaciones con el Gobierno de Hipólito Yrigoyen. Este era un Gobierno que posaba de “amigo del pueblo” mientras tenía como funcionario a Leopoldo Melo, abogado de los mismísimos Talleres Vasena.
Los obreros de Vasena estaban al principio encuadrados en la Federación Obrera Metalúrgica, afiliada a la FORA IX. Pero la política de esta central, de abandono paulatino de las medidas de acción directa, llevó al fracaso de un paro en los Talleres Vasena en abril de 1918. De modo que, el activismo metalúrgico de la capital, se organizó en la Sociedad de Resistencia Metalúrgicos Unidos (SRMU), alineada con la FORA V pero sin pertenecer a esa central.
Con la premisa de que la clase obrera solo podía confiar en la fuerza de su organización y su lucha, rechazando la esperanza de que el falsamente bondadoso Gobierno le diera una mano a los trabajadores, la SRMU fue ganando apoyo obrero organizando paros triunfantes en otras fábricas, acumulando fuerzas para el gran conflicto contra la explotadora familia Vasena.
Así, cuando ese 2 de diciembre estalló el paro en la planta principal de Vasena (ubicada en la actual plaza Martín Fierro del barrio porteño de San Cristóbal), la población de los alrededores ya estaba en pie de guerra junto a los obreros. Las comisiones de autodefensa conocidas como “piquetes de huelga” ya estaban preparadas para enfrentar a la policía y a los matones a sueldo de la empresa, y los obreros y sus familias estaban preparados para resistir una lucha que duraría semanas y marcaría la historia argentina.
La misma historia
Los obreros de Vasena al final conseguirían mucho de lo reclamado, pero en circunstancias que merecen un repaso mayor que el que se le puede dar en este artículo. Acá, vale quedarse con los que nos deja esta huelga en sí.
Por empezar, esta historia da por tierra las mentiras que siempre propagó el peronismo, sobre el papel de Perón en la organización del movimiento obrero. Antes de 1945, la clase obrera no solo tenía ya sus sindicatos, y había logrado grandes conquistas, sino que incluso había librado cruentas batallas contra la patronal y su explotación, batallas en las que los ricos sintieron el miedo de perder su poder.
Pero además, demuestra que hace más de un siglo no solo ya estaba planteada la dicotomía entre negociar y luchar. La realidad ya había dado su veredicto: el peso político de las patronales (especialmente de las más ricas y poderosas) anula la chance de poder tratar pacíficamente en igualdad de condiciones a los empresarios, y en tales circunstancias poner todas las fichas en la negociación es garantizarnos nuestra propia derrota. En cambio, contraponer al poder de las influencias y el dinero de la patronal, la fuerza de nuestra unidad organizada para la lucha, aunque no nos asegure automáticamente la victoria, al menos nos da la chance de triunfar.
En la Argentina de 2022, ante una patronal custodiada por el Gobierno, y que salió fortalecida de la pandemia, ante el naufragio del sistema de paritarias y negociaciones frente a una inflación que devora nuestro salario, la opción de recurrir a la acción directa para defender nuestro salario, nuestras condiciones de trabajo y nuestra salud, es pasada por alto por una de las dirigencias sindicales más pro patronales y tibias de la historia. Si queremos dejar de seguir perdiendo contra la inflación, hay que aprender los los hitos de la historia del movimiento obrero para organizarnos para pelear.