Macri acaba de dejar sin efecto el decreto que modificaba el carácter inamovible de los feriados del 24 de marzo y 2 de abril. Intentó de ese modo “bajar de categoría” –como transición al olvido y la negación- a dos fechas fundamentales de la historia reciente de nuestro país. Ese retroceso, es un pequeño gran triunfo que indica que se puede doblarle el brazo a Macri en un terreno muy importante. Y que demuestra la debilidad del Gobierno, que tropieza permanentemente con sus propios límites. Y con poco –la expresión de justa indignación de los organismos de DDHH, sin necesidad de una movilización siquiera- tuvo que retroceder.
Sin embargo, al día siguiente, Gómez Centurión, funcionario “carapintada” del macrismo a cargo de la Aduana, incurrió en apología del crimen. Justificó la represión de la Dictadura Civico-Militar como una legítima respuesta a un “intento concreto de toma del poder”, aunque reconociendo “excesos”. Es decir, la misma explicación que diera Videla en 1985 durante los juicios a las Juntas. Y nuevamente cuestionó la cifra de desaparecidos, acusando de “mentirosa” a la mayoría de la población que sostiene como verdad histórica la cifra de 30.000 desaparecidos por el genocidio.
Es necesario, por lo tanto, profundizar en la verdadera política del Gobierno ante el genocidio –definido así por la Justicia nacional e internacional-. Y también sobre la Gesta de Malvinas que, aunque marcada por el aventurerismo de la dictadura en retirada, es un hito en la lucha eterna de la Argentina por su recuperación.
Cambiar la historia para absolver a las Fuerzas Armadas
A partir de la caída de la Dictadura, producto de la rebelión popular que la arrinconó luego de la traición de Malvinas, los gobiernos de Alfonsín, Menem y De La Rúa intentaron terminar con la memoria de lo ocurrido. Y lo mismo el kirchnerismo, con otros mecanismos.
Para profundizar su política de penetración de las multinacionales, la gran patronal argentina necesita superar el odio visceral del conjunto de los trabajadores a los militares, así como el antimperialismo de la mayoría de la población producto de Malvinas. Y unas FFAA en crisis no dan garantías de cumplir con su papel represivo ante rebeliones masivas, que ni la Policía ni la Gendarmería tendrían condiciones para reprimir. Tienen que superar la desmoralización de la columna vertebral del Estado.
Alfonsín, confundiendo la lucha por las Malvinas con la podrida Dictadura, trató de liquidar el odio antiinglés y antimperialista que aún hoy persiste en el pueblo argentino, que sin abandonar el odio a la Dictadura supo entender en su momento que era necesario poner todo para derrotar a los piratas. Se trató de la “desmalvinización”.
Luego, Menem desarrolló la vergonzosa política de “seducción” a los kelpers y sumisión a la Corona inglesa. De la Rúa y Kirchner, aunque criticando a Menem, mantuvieron los acuerdos centrales con Inglaterra.
En relación al Genocidio, primero con las “Leyes de Impunidad” , y luego con el “Indulto” de Menem, intentaron dar por terminado el juicio de la historia, que los organismos de DDHH, junto al conjunto de la población con sus luchas, se negaron a olvidar. A partir de los Kirchner, aceptando el hecho de que el “olvido” había fracasado, cambiaron la táctica al servicio de la misma estrategia. Intensificaron –sobre todo Néstor Kirchner “descolgando cuadros” y cooptando a Hebe de Bonafini y muchos organismos de DDHH- la denuncia a los “viejos asesinos”, pero dando la idea de que existían ya unas “nuevas Fuerzas Armadas”. Continuando con la política expresada por el General Balza, el nombramiento del General Milani a la cabeza del Ejército por parte del kirchnerismo, terminó de demostrar que, con otro discurso y la complicidad de algunos organismos de DDHH, la política era la misma.
Pero el “tiro les salió por la culata”. Y la evidencia del genocidio penetró en toda la población, extendiendo el odio a las FFAA al conjunto. Por eso, ahora Macri –aguijoneado por sectores enteros del imperialismo y la burguesía, cuya expresión es el diario La Nación- retoma la política “tradicional”: volver sobre la teoría de los “dos demonios”, y la “reconciliación”, negando la verdad histórica del genocidio.
Derrotar esta política
No podemos conformarnos con esos pequeños triunfos parciales. Es preciso desmontar y derrotar por completo esta política. Los organismos de DDHH, los sindicatos, el conjunto de las organizaciones sociales, deben iniciar una campaña que comience por llevar a la cárcel a todos los apologistas del genocidio como Gómez Centurión, y continúe con el juicio y castigo de todos los genocidas de ayer y de hoy –a través de “gatillo fácil” o la desaparición de Julio López-.
En esa lucha, estará planteada la necesidad de derrotar de conjunto los planes actuales, y al propio gobierno. El 24 de marzo será una oportunidad para iniciar un plan de lucha de fondo, unitario y contundente. Para eso, es preciso unificar a todos los organismos de DDHH en una lucha sin cuartel, superando la división que provocó el kirchnerismo, y que ya está claro, sirvió para mantener la impunidad.
1) Leyes de Punto final y Obediencia Debida con las cuales Alfonsín, presionado por el poder militar, intentó cerrar –limitándolo al castigo a un puñado de jerarcas- la condena a las FFAA asesinas.
2) Con la teoría de los “dos demonios” –guerrilla y FFAA- y la “reconciliación”, Menem indultó y liberó a Videla y demás dictadores, y a las cabezas de los movimientos guerrilleros.
3) En 1996, luego de finalizadas las asonadas “carapintadas” y a fines del gobierno de Menem, asumió la jefatura del Ejército el General Martín Balza, que realizó una “autocrítica” por la acción del Ejército durante la dictadura. Fue seguido más tarde por la Fuerza Aérea y la Marina. Producto de eso, fue “expulsado” del Círculo Militar por los genocidas, lo que fue utilizado para mostrar que “los genocidas estaban fuera del Ejército”.