Un acercamiento a la literatura prohibida por la dictadura del 76

El jueves 12 de septiembre participamos de la charla sobre Libros prohibidos en la dictadura que se realizó en la Biblioteca Popular Lectores del Pueblo y resultó ser una experiencia muy interesante.
La narradora y charlista, Ana Lazzary, comenzó contándonos cómo llegó ella, entonces bibliotecaria de escuela y hoy jubilada, a empezar a trabajar el tema y a elegir un recorrido para difundirlo desde autoras y autores que la convocaban particularmente. Aclaró en todo momento que se trataba de un recorrido posible, pero que era tan vasta la literatura prohibida que las posibilidades para recorrerla eran muchísimas.

Ella trabajó particularmente sobre la mal llamada literatura infantil y explicó críticamente como ese concepto en verdad es un invento del mercado que le asigna a cierta literatura un lugar “menor”. Sin embargo, la dictadura militar le dio especial importancia a analizar y, si lo creían necesario, prohibir literatura que leían infantes.

Combinó explicaciones conceptuales, narración oral de cuentos y “gotitas de memoria” (fragmentos de decretos o de revistas donde el plan de censura ideológica era muy explícito), y así fue debatiendo mitos respecto del tema y planteando cuestiones que nos dejaron pensando mucho.

En primer lugar, profundizó respecto al mito que circula de que los militares eran unos brutos, que tuvieron una política de ataque a la cultura desde ese lugar. Este mito es muy perjudicial, porque le quita peso a lo que realmente era el plan ideológico que vino a aplicar la dictadura, al servicio de aplicar un plan económico de sumisión al imperialismo norteamericano y el plan represivo para lograrlo. Dimensionar ese aspecto ideológico, que consistía difundir sistemáticamente las ideas de antisubversión y de orden, y de eliminar todo lo que pueda resultar subversivo, no era un trabajo ejecutado por gente de fuera del ámbito de la cultura, sino por gente muy preparada intelectualmente, que realizaba análisis exhaustivos de los textos para decidir prohibirlos o no. Un ejemplo de la sistematicidad del plan macabro por parte de los militares fue dado por Ana cuando nos mostró un fragmento de “Carta abierta a los padres” un texto publicado por la revista gente en 1976 dónde “aconsejaba” a que los padres se interesen por la lectura de sus hijos, independientemente de la edad que ellos tengan, para evitar fatalidades:

… Seguramente lo estarán educando como corresponde. Pero cabe la posibilidad de que no sea así. Y un día, cuando su hijo empieza a discutir con usted, cuestiona sus puntos de vista, habla de “brecha generacional”, afirma que todo lo que aprende en la escuela es bueno y todo lo que aprenda en la casa es malo o está equivocado, ya es demasiado tarde. Su hijo está hipnotizado por el enemigo. Su mente es de otro. De allí a la tragedia hay un corto y rápido paso. Si eso ocurre y un día usted tiene que ir a la morgue a reconocer el cadáver de su hijo o de su hija, no puede culpar al destino o a la fatalidad. Porque usted pudo haberlo evitado«

En segundo lugar, tocó sobre el concepto de subversivo, que era muy amplio. Claro que empezaba por todo lo que tuviese un contenido marxista, clasista, relacionado con la lucha de clases, allí los textos literarios con metáforas más directas, como la huelga general de animales contra los hombres, y las medidas de acción directa que realizan para lograr volver a su hábitat en el maravilloso “Un elefante ocupa mucho espacio” de Elsa Bornerman (que puede ser pensado claramente en relación a las tomas de fábricas con toma de rehenes que habían empezado a realizarse en los ´70), eran un blanco ineludible. Pero también lo fueron otros que ponían en cuestión a las instituciones sociales y la forma de concebir las mismas como “Los Lande” de la misma autora, en donde la familia Lande que tenía la costumbre de sentarse una arriba de otra, descubre la posibilidad y lo gustoso de tener espacios separados. Por otra parte, también apareció la certeza de que hay mucha gente que hizo estos “trabajos” que siguen impunes, como así también la mayoría de los que Álvaro Yunque, autor prohibido en todas las dictaduras del siglo XX, y al que el gobierno de Perón le había ofrecido amnistía a cambio de dejar de escribir, por su pertenencia al comunismo, también tuvo un lugar particular en la charla, con la narración de un cuento precioso en donde la violencia sistemática y de todo tipo ejercida por los ricos y poderosos sobre los trabajadores y pobres se encarnaba en la piel de un niño cuestionador hijo de la cocinera de una familia de bien, muy católica, que los menosprecia y maltrata.

Además de todos estos relatos, pudimos conocer decenas de libros prohibidos que llenaban una mesa para que se los pueda conocer, siendo muy diversos y hasta ahora poco conocidos. Allí nos pudimos encontrar con “Marxismo y subversión” un manual en el que el ejército argentino que explicaba por qué era peligroso el marxismo, con muchos cuentos, textos y revistas de autores o editoriales prohibidos.


Claro que tanto en la charla como en las preguntas y palabras posteriores resonaba un presente en el cual la reivindicación de la dictadura y de la antisubversión, en simultaneo con las supuestas ideas de “libertad” son parte del debate político e ideológico cotidiano. Por eso, como parte de las peleas que existen en nuestro presente, estas instancias de encuentro para conocer, debatir e interpelar ese pasado reciente, desde áreas como el arte y la literatura, cuyo potencial subversivo incomoda a los defensores del orden establecido, son más que necesarios. Y si van de la mano de muy buenos textos, muy bien narrados, mucho más.