La corrida cambiaria tuvo como consecuencia un nuevo salto inflacionario. Los salarios y las jubilaciones siguen perdiendo.
La economía está estancada, y posiblemente marcha a una recesión (ver nota página 4).
Sergio Massa corre al FMI a pedir más plata, comprometiendo cada vez más nuestra soberanía y nuestros recursos, por largos años.
Cristina Fernández, en su discurso, criticó el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, pero propone pagarlo y apoya a Massa, mientras resguarda al capitalismo como “modo de producción” intocable. Es decir, hace teatro electoral, pero no quiere cambiar nada.
Javier Milei defiende la dolarización de la economía, un mecanismo que significaría no solo una devaluación brutal, sino una nueva cadena pesadísima atando nuestra soberanía. El que habla de “libertad”, propone esclavizarnos a Estados Unidos.
Juntos por el Cambio (JxC), que veía fácil su triunfo electoral, está preocupado ahora, mientras prepara su arsenal de medidas contra la clase trabajadora y el pueblo, si le toca gobernar.
La CGT, afín al Gobierno, en lugar de apoyar las luchas obreras y populares recibe a los enviados del Departamento de Estado norteamericano, y se ofrece a Horacio Rodríguez Larreta (de JxC) para hacer pasar la Reforma Laboral antiobrera que se prepara para después de las elecciones, a cambio de ser parte del negocio y recibir su tajada.
Todos los partidos patronales avalan el brutal ajuste de Massa, y preparan uno peor para el 2024.
Defienden las enormes ganancias empresariales, de multinacionales y patrones nacionales. Como Paolo Rocca, de Techint, que fue beneficiado por el Gobierno para producir los caños del Gasoducto Néstor Kirchner, contratando obreros precarios y a los que despedirá cuando el trabajo haya terminado.
Millones de trabajadores, tanto precarizados como bajo convenio, estamos en la pobreza. Y los responsables están a la vista.
No podemos esperar a las elecciones
Neumático, enfermeras/os, docentes de distintas provincias, trabajadores/as de subte y de diferentes fábricas como Bedtime y Felfort, por ejemplo, están luchando. De modo disperso, porque las dirigencias están atadas al Gobierno y aíslan los conflictos.
Algunos dirigentes y el kirchnerismo reclaman una suma fija, como si no fueran parte del Gobierno. Y nada hacen para arrancarla.
No podemos esperar. Es necesario preparar desde abajo, aunque cueste, una lucha unificada por el salario, contra los despidos y contra todo intento de Reforma Laboral.
Tenemos que enfrentar el ajuste, la entrega y la miseria de los planes del FMI y las patronales, aplicados por el Gobierno y la oposición, con complicidad de la CGT, la CTA y la mayoría de los gremios.
Es una tarea fundamental apoyar y unir todas las peleas de los trabajadores, con las luchas populares contra el delito y la inseguridad, contra los tarifazos, y en defensa del medio ambiente en las provincias. Coordinarlas por zona, por gremio, pasando por encima de los dirigentes y los “cuerpos orgánicos” y “estatutos”, que utilizan solo para dividirnos.
Es necesario juntar a los activistas y luchadores, reclamar a los delegados, e ir construyendo desde abajo el pliego de reclamos y el plan de lucha necesario.
Debemos preparar una pelea contundente, como está llevando adelante la clase obrera francesa, hasta derrotar el ajuste y la entrega.
No será fácil. Nos costará represalias. Pero no podemos seguir en esta situación de deterioro permanente y atropellos patronales. No podemos permitir que sigan jugando con nuestras vidas y las de nuestras familias.
Por una salida de fondo
Pero no basta con pelear por el salario y el empleo. No se trata de defendernos siempre, de correr escapándole a la pobreza.
Necesitamos un debate en toda la clase obrera. De las elecciones no saldrá ninguna solución. El día después, seguirán nuestros problemas. Pero es un buen momento para impulsar el debate por un programa económico distinto, obrero y popular.
Se han presentado proyectos de ley, como los de la CGT, para rebajar la jornada laboral semanal a 36 o 40 horas. Pero tendría que ser sin reducción salarial, así como un salario mínimo igual a la canasta familiar ajustado automáticamente de acuerdo a inflación: es una necesidad (ver página 6).
Sin embargo, presentar estas leyes desde quienes son parte de un Gobierno que nos obliga a hacer extras para que alcance el salario, es una burla, es una jugada electoral, nos toman el pelo. Y además, atan la reducción al aumento de productividad.
Tenemos que impulsar un plan de desarrollo industrial integral para el país, que ponga todos los recursos al servicio de la población. Que parta de no pagar la Deuda, incautar los alimentos y productos que aumenten sin control, expropiar las grandes empresas multinacionales y nacionales, estatizar bajo control de los trabajadores y las comunidades la energía, el transporte y todas las palancas fundamentales de la economía, controlar completamente el comercio exterior para que haya alimentos baratos y de calidad para todos los habitantes de la Argentina. Y estatizar los bancos, también bajo control de los trabajadores, para centralizar íntegramente la actividad financiera e impedir la especulación cambiaria.
Éstas, entre otras medidas, solo se lograrán con una lucha profunda.
Estamos en el mes que celebra la Revolución de Mayo. Necesitamos, como en 1810, una nueva revolución que rompa nuestras cadenas coloniales, logre una nueva Independencia e inicie el camino a un nuevo sistema económico, de los trabajadores, una Argentina Socialista, sin FMI ni capitalistas.