La ocupación de tierras en Guernica (Partido de Presidente Perón, al sur de la Provincia de Buenos Aires) puso al rojo vivo el problema de la vivienda para los trabajadores y sectores populares. Según el censo de 2010 hay un déficit de más de casi 4 millones de viviendas. Los diferentes gobiernos siempre han hecho causa común con los propietarios reales o supuestos de terrenos tomados, engañando con promesas o desalojando violentamente a los que exigen el derecho elemental de tener un techo y acusándolos de delincuentes. Mientras los trabajadores y sectores populares deben enfrentar la represión, en nuestro país hay un puñado de privilegiados que han “usurpado” millones de hectáreas desde hace más de un siglo.
“Estos no la hicieron laburando”
¿Cómo un pequeño núcleo de familias se hizo propietaria de estas tierras? Fueron millones de hectáreas usurpadas a los pueblos originarios en beneficio de colaboradores y amigos, de gobiernos conservadores, liberales, radicales y peronistas. Tierras fiscales fueron otorgadas sin muchas exigencias a quienes las declaraban propias.
En 1826 Bernardino Rivadavia impulsa la Ley de Enfiteusis, prohibiendo la venta de tierras e inmuebles fiscales con el objetivo de ponerlas como garantía a un empréstito con la banca Baring Brothers de Inglaterra. Y esas tierras fueron arrendadas contra el pago de un canon de muy bajo precio, canon que no siempre era pagado. De esta forma se beneficiaron amigos y colaboradores de Rivadavia como las familias de Anchorena, Unzué, Larrea, Alvear, Lynch, Dorrego, Lastra, y otras. Se concentraron en unas 500 familias más de 8 millones de hectáreas. Esas tierras eran a su vez sub arrendadas a productores que debían pagar el alquiler.
Otro tanto sucedió con la llamada “conquista del desierto”. Millones de hectáreas y ganado, robadas a los pueblos originarios y repartidos entre el General Julio Argentino Roca y la oficialidad, en “premio” a sus masacres, violaciones y esclavitud. Todo con la bendición y colaboración de la Iglesia.
“La Conquista del Desierto” continúa…
Así como el operativo Conquista del Desierto, “conquistó” tierras que tenían dueños milenarios, los diferentes gobiernos, empresarios y terratenientes, establecieron el verso de la necesidad de asociarse al capital extranjero para “conquistar” petróleo, minerales y “desarrollo industrial”, ofreciendo nuestras riquezas y tierras como trofeos.
Ingleses, yanquis, alemanes, suizos, etc. recibieron miles de hectáreas y diferentes beneficios para hacer negocios rápidos y que vinieran a “invertir” aquí. Así los ingleses se adueñaron de miles de hectáreas al costado de las vías cuando se hicieron cargo de los ferrocarriles, transformándose en importantes poseedores de tierras.
Los terratenientes extranjeros y nacionales
Hoy existen alrededor de 12 millones de hectáreas de tierras rurales cultivables en manos extranjeras 1.
Entre los mayores terratenientes del país están el italiano Luciano Benetton, beneficiado por Menem, y Joseph Lewis, el amigo de Macri. Mauricio Macri liberalizó aún más la posibilidad de compras de tierras a extranjeros para “atraer inversiones”.
Por ahí nomás está Vaca Muerta, con las reservas de gas y petróleo no convencional más importantes del país en manos de Chevrón, Exxon, Pérez Companc y otros. Todos ellos favorecidos con el “barril criollo”, un precio que el Estado paga más alto que el valor internacional, la reforma laboral para los trabajadores y beneficios impositivos. Varias de estas prebendas concedidas en época de Cristina Kirchner y ahora garantizado totalmente por Alberto Fernández.
Mientras tanto reprimen, desalojan y dejan sin tierras a comunidades mapuche del lugar.
Pero no son los únicos beneficiados: la lista se compone además, de políticos como Roque Fernández y Pedro Pou, ex Ministro y presidente del Banco Central respectivamente, el deportista “Manu” Ginobili, el empresario y locutor Marcelo Tinelli,2 etc. con tierras también en zona mapuche.
Un cacho (grande) de soberanía en manos gringas y parásitos nacionales
Como si esto fuera poco el sitio web CHEQUEADO afirma que dos millones de hectáreas pertenecen a capitales “off shore”, radicados en la Islas Vírgenes y otros paraísos fiscales.
También están en manos extranjeras importantes zonas mineras de La Rioja, Catamarca, San Juan y Salta. Glencore, la minera de origen suizo, relacionada con Vicentín, es una de las principales con emprendimientos en esas provincias, y controla además a la Minera Aguilar, en Jujuy. Hay otras firmas también radicadas en Suiza y paraísos fiscales pero que en realidad son testaferros de sus verdaderos dueños.
Todos estos negocios y negociados, desde los primeros años de la Independencia, promovieron el surgimiento de una oligarquía terrateniente, parásita, que acaparó y concentró en sus manos la mayor cantidad de tierras cultivables y para explotación ganadera. En muchos casos los apropiadores pasaban parte de sus días en Europa, mientras alquilaban sus tierras y vivían de rentas, e impidieron en nuestro país la distribución entre pequeños productores y un verdadero desarrollo industrial.
Paraíso para los ricos, infierno para los trabajadores
Desde hace varias décadas los ricos y poderosos se han adueñado de las tierras más productivas, pero también del negocio inmobiliario no solamente del campo, sino también de las ciudades.
En el capitalismo, la tierra y la vivienda son “mercancías” para negocios. Por lo tanto, tierra y vivienda es para quién pueda pagarla. No para los trabajadores que no ganan ni para salir de pobres o de indigentes. Por ese motivo la construcción de viviendas está dirigida a las clases pudientes quienes hacen ostentación de vivir en barrios cerrados, los “countries”, o en mansiones inmensas, lujosas.
Como en el pasado, y a pesar de haber mucha tierra disponible y miles de viviendas ociosas dedicadas a la especulación, millones de trabajadores y sectores populares son arrojados al infierno de vivir miserablemente, hacinados y sin servicios.
No hay solución posible en el capitalismo. No habrá reparto de tierras ni planes de viviendas para millones que lo necesitan porque eso significaría terminar con la acumulación de unos pocos ricos y la especulación inmobiliaria.
Solamente estatizando la tierra y los medios de producción se podrán llevar adelante esos planes, permitiendo el acceso a una vivienda digna.
Fuentes:
1-Chequeado.com 2018
2-Ídem