VACUNAS PARA TODOS Y TODAS

El escándalo por el vacunatorio VIP le explotó al Gobierno como una bomba en la mano. En tan solo unas horas, el ahora ex ministro Ginés Gonzáles García pasó de ser una figura central de esta gestión a verse obligado a renunciar, por no poder justificar lo injustificable. Y el conjunto del Gobierno, que pensaba cerrar la semana con la foto de conformación del Consejo Económico y Social, tuvo que darse un plan de contingencia para sobrellevar la tormenta e intentar recuperar la credibilidad.

La oposición patronal se relamió con la noticia y salió con cuánto discurso sobre ética y moral pudo, mientras Rodríguez Larreta entrega parte de las vacunas de la Ciudad a las empresas de medicina prepaga, privatizando en los hechos el acceso a las mismas. Todos hipócritas, de un lado y el otro de la supuesta grieta de la que los medios tanto hablan.

Lo que poco dicen es que el principal problema es que faltan vacunas, nada quedó de los anuncios pomposos de mitad del año pasado respecto de que para esta altura estaríamos todos vacunados. Siguen los anuncios y la reprogramación de metas, pero la vacunación es con cuentagotas.

Y aun en esta situación, con tan solo un 2 % de la población vacunada (según el Ministerio de Salud de la Nación  877. 588 hasta el 25/02), la “nueva normalidad” ya es un hecho. La frutilla del postre es la vuelta a clases presenciales que pretenden imponer, (ver página 3), mientras ya hay más de 51.000 muertes por coronavirus en el país. Evidentemente la gestión de Ginés González García tiene muchas más razones para ser repudiada que el repudiable vacunatorio VIP (ver página 4).

Desigualdad y privilegios

El problema de las vacunas no es una excepción, sino un botón de muestra del sistema capitalista. Mientras mueren personas como moscas en el mundo, las patentes de las vacunas son privadas y están al servicio de la ganancia empresarial.  Así lo que para el pueblo trabajador del mundo es una catástrofe, para unas cuantas multinacionales es un festín.

La desigualdad y los “privilegios” que hay respecto de las vacunas, es la misma que hay en todos los ámbitos en el sistema capitalista, que se basa precisamente en que la ganancia generada en el trabajo de la inmensa mayoría, se la apropian unos pocos.

En la economía esto se ve claramente si observamos cómo la crisis la paga el pueblo trabajador con una baja en los últimos 5 años del salario real de un 23,2% en el sector privado, aumento de la desocupación, miseria y pobreza (ver página 5), mientras el margen de ganancia de las grandes empresas no dejó de crecer, aun en el peor momento de la pandemia.  Es así que el “repunte” de sectores de la economía desde hace unos meses, no redunda en más puestos de trabajo, ni mejoras en las condiciones de los trabajadores y trabajadoras de esos sectores.

¿No queda otra?

Muchos compañeros y compañeras ven con bronca esto, pero piensan que en cierta medida son inevitables. Y en ese sentido otro tanto, aun criticándole muchas cosas, el Gobierno de Alberto Fernández hace lo mejor que puede para lograr contener la pandemia y beneficiar a los más pobres.

Sin embargo, la situación tanto de la pandemia como la económica podrían ser muy distintas.

Si verdaderamente Alberto Fernández se planteara una “Argentina de Pie”, como usó de slogan de campaña, dejaría de ser prioridad absoluta del Gobierno el pago de la Deuda Externa, destinando al presupuesto nacional , los millones de intereses que pagaron y se pagan. Serviría, por ejemplo, para financiar el desarrollo de las 6 vacunas que sería posible fabricar acá y  unificar el sistema de salud en un sistema único y estatal, expropiando los centros privados y laboratorios para poder producir en función de la emergencia sanitaria. Se hubiesen puesto todos los esfuerzos y recursos no en lograr una “mejor negociación” con quienes tienen la vacuna, sino en lograr la liberación de las patentes y poner todo el desarrollo científico y tecnológico del país al servicio de producirlas acá (ver página 4).

De igual manera si se quisiera terminar con el hambre, se tomarían medidas de fondo para erradicarla (ver página 5), se frenaría el saqueo de los recursos naturales en lugar de incentivarlo (ver página 6) y destinaria más presupuesto y menos discursos al combate contra la violencia machista en espantoso ascenso.

“Una Argentina de Pie” se lograría con un modelo de país completamente distinto al que Alberto Fernández aplica, que debería empezar por romper con todas las cadenas con el imperialismo, el FMI y las multinacionales. Es muy claro que “Patria o Buitres” quedó en el cajón de los recuerdos y que el Gobierno no tiene ninguna intención de tomar ese rumbo.

Golpear juntos y juntas

Las direcciones sindicales y sociales cumplen un rol fundamental en esa “resignación” de que “se hace lo que se puede”. Son parte del Consejo Económico y Social junto con el Gobierno y los empresarios, asegurando las ganancias patronales e intentando garantizar la “Paz Social”.

Pero las necesidades son tan grandes que las luchas surgen contra todos los obstáculos y algunas de ellas explosivas, como las respuestas ante los femicidios de Úrsula y Guadalupe. Venimos diciendo en estas páginas hace tiempo, que el gran problema es la atomización y dispersión. La mayoría de las direcciones hacen lo posible en primer lugar evitar las medidas de lucha, pero cuando esto no es posible lograr que en las luchas no se “mezclen” ni los sectores, ni las regiones.

Desde el PSTU creemos que hoy empujar por la máxima unidad de las peleas es fundamental, que en ese sentido el problema de la necesidad de vacunación para todos y todas no debe ser una lucha solo de los trabajadores de la salud o los de la educación frente al comienzo de clases. Sino que, así como en la cuestión del salario y contra la violencia machista, debe ser una pelea del conjunto de los trabajadores y trabajadoras.

Tenemos que obligar a las direcciones que aún no están peleando a que empiecen a hacerlo, y mientras nos dan la espalda auto organizarnos por abajo para luchar, y a las que ya están dando alguna pelea que dejen de cuidar sus quintas. Aceiteros que logró un aumento salarial superior al 50%; Camioneros que tienen  conflictos en varios sectores; UTA que está peleando por el bono; los de Cocacoleros (vendedores ambulantes de estadios) y los de Dragado y Balizamiento que luchan por sus puestos de trabajo;  las empresas en conflicto como Ternium de Canning (ver página 8), Just, Latam, entre otras; los sectores educativos y de salud en lucha, los movimientos de desocupados que están en las calles, las referentes del movimiento de mujeres que llaman a movilizar el 8M (ver recuadro). Todos tienen en sus manos la posibilidad de unificar y coordinar las peleas, partiendo de la necesidad de lograr la vacunación masiva y el aumento general de salarios. Pero está visto que no van a hacerlos por “motus” propio.

Desde abajo tenemos que organizarnos y presionar para imponer la unidad y coordinación que necesitamos y en ese camino ir construyendo una nueva dirección que verdaderamente sirva para enfrentar los ataques que sufrimos día a día.