De acuerdo con el último censo la población extranjera en nuestro país es de 1,8 millones, el 4,5% de la población total. Según Migraciones el 90% procede de Paraguay, Bolivia, Perú y Colombia e ingresa para buscar trabajo, estudiar, atenderse en hospitales públicos y acceder a planes sociales.
Pero el día a día en Argentina desmiente aquello de la Patria Grande que tanto repite Cristina en sus discursos. Aunque para la Ley de Migraciones 25.871 de 2004, la migración es un derecho humano que debe ser garantizado, fronteras adentro la realidad es muy distinta: les esperan trabajos precarios o semiesclavos, hacinamiento, jornadas agotadoras, discriminación, embarazos no deseados, resquebrajamiento de la salud, violencia familiar.
En particular para las mujeres es durísimo reanudar una vida lejos de sus pueblos, en ciudades tan grandes, en las que todavía las maltratan más que a los hombres, porque tienen vergüenza de hablar un castellano con acento quechua o guaraní, porque se acobardan ante los motes de “bolita” o “paragua” o ante odiosos comentarios como “por qué no se vuelven a su país, vienen a robarnos el trabajo”.
La mayoría de las mujeres migrantes encuentra ubicación laboral en el servicio doméstico y en talleres clandestinos de costura. Comparten esta última tarea con sus compatriotas hombres, quienes trabajan también en gran número en la construcción.
Mientras ellos construyen casas o cosen ropa para otros, ellas trabajan, cocinan, lavan, crían chicos propios y ajenos. Muy pocas reparten actividades con los varones, debido a roles masculinos y femeninos muy arraigados por una rígida cultura machista.
Las más jóvenes padecen mucho: les resulta muy difícil estudiar, un día trabajan en un taller, al día siguiente en otro, sufren acoso laboral y violencia sexual, a veces quedan embarazadas, lo que empeora su situación. ¿Qué hace una mujer sola con un bebé, que no logró siquiera tener documentos, lejos de su familia, sin poder cobrar ni la Asignación Universal por Hijo y tampoco volver a su país porque no tiene un peso?
Xenofobia y machismo: ¿a quiénes benefician?
Mientras los trabajadores se enfrentan entre argentinos, paraguayos o bolivianos, mientras consideran natural que las mujeres aguanten gritos y malos tratos, que cobren menos por el mismo trabajo o que asuman la sobrecarga de las tareas domésticas o del cuidado de los niños y familiares, los empresarios y los gobiernos y políticos que los sirven se frotan las manos.
Esas divisiones permiten a los patrones explotar más y mejor a todos los trabajadores, y al Gobierno y a los dirigentes sindicales, hacer la vista gorda sobre el trabajo precario y en negro.
De acuerdo con datos oficiales de la Encuesta Permanente de Hogares difundidos por el INDEC en 2013, tomados en 31 regiones urbanas, el trabajo en negro en el Norte argentino pegó un salto a 43% y es uno de los factores que explica el aumento del trabajo no registrado en todo el país a 34.5% (o a 40% si se agrega el interior de las provincias)1.
No casualmente, según la misma fuente, el grueso de los trabajadores informales se encuentra en la construcción, servicios de hotelería y restaurantes y personal doméstico (sectores que concentran gran número de trabajadores migrantes y mujeres).
Basta de xenofobia y machismo. Unidad para pelear
En los últimos diez años el Gobierno promovió el ingreso de petroleras, mineras y multinacionales de la alimentación y de la agroindustria, mientras abrió las fronteras al arribo de trabajadores de otros países, mano de obra barata a cambio de falsas promesas de prosperidad.
Ahora Berni y Cristina los quieren hacer chivos expiatorios del aumento de la delincuencia y de la violencia social que han generado las propias políticas del kirchnerismo. Scioli, Macri y Massa se suman entusiastas a esta idea.
La xenofobia y el machismo son trampas que debilitan a la clase trabajadora. Pelear contra toda discriminación es condición para pelear con unidad por el salario, contra el trabajo precario, las suspensiones, los despidos y todos los ataques que preparan los empresarios, el gobierno K y la oposición patronal para salir de su crisis.
Notas:
1 Clarín 17/09/2013
6 de noviembre de 2014